domingo, 20 de noviembre de 2016

On Kawara: "One Million Years"

Veronica Sattler
19897205

ON KAWARA: ONE MILLION YEARS … y más.

El presente trabajo tuvo por objetivo inicial analizar una obra específica del artista japonés On Kawara, la obra One Million Years; sin embargo, conforme tuve un mayor acercamiento a la obra de este artista, entendí, con mayor claridad que en otros casos, que no es posible individualizar una de las obras de On Kawara sin, cuando menos, dar una mirada a algunas otras. Esto por la simple razón de que en On Kawara el arte, su obra, es vida y la vida, su vida y hasta cierto punto la del resto, es la obra de arte.

La Obra de On Kawara es una expresión del llamado Arte Conceptual; sin embargo, su obra no se reduce a una idea. La obra de On Kawara tiene que ver con instantes existenciales, con el tiempo, el espacio, el ser, la ausencia, la conciencia, con todo aquello que difícilmente es representable. Con ello nos lleva a la idea de lo sublime que hemos visto con Edmund Burke e Immanuel Kant; tiene que ver con lo irrepresentable, concepto que, a su vez, nos lleva a la idea de lo místico que encontramos en Wittgenstein.
Ludwig Wittgenstein en su obra Tractatus logico- philosophicus haciendo referencia a lo irrepresentable señalaba que “6.522. Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico” (Wittgenstein 2010: 131). Sobre ello decía que “7. De lo que no se puede hablar hay que callar” (Wittgenstein 2010: 132) y dejar “plena autonomía a la muda expresividad del silencio” (Wittgenstein 2010: 16); y “Silencio” (Silence) fue precisamente el nombre que se escogió para la muestra retrospectiva de la obra de On Kawara que se presentó en 2015 en el Museo Solom R. Guggenheim en Nueva York, a los pocos meses de la muerte del artista y en cuya formulación colaboró el propio On Kawara.
Es difícil resumir en pocas hojas las diferentes dimensiones y capas que se pueden encontrar en la obra de On Kawara y es por ello que he preferido no centrarme únicamente en una de ellas, sino dejar algunas referencias que permitan dar una mejor compresión de su obra que, por lo demás, aun me despierta preguntas.
Información Biográfica
On Kawara, nació el 24 de diciembre de 1932, según algunos, bajo el nombre de Atsushi Kawahara (Okumura 2015). Nació en Kariya, Japón.
Se crió en un hogar intelectual donde fue expuesto a una variedad de ideas religiosas y culturales, incluyendo las enseñanzas sintoístas, budistas y cristianas.
Tenía tan sólo 13 años cuando la Segunda Guerra Mundial terminó con los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, lo cual marcaría sus trabajos iniciales.


Después de graduarse de la escuela  secundaria en 1951, Kawara se trasladó a Tokio y comenzó a estudiar, de manera autodidacta, tanto filosofía europea como teoría política y psicoanálisis.




Sus primeros trabajos fueron de tipo figurativos y reflejaban una gran ansiedad, lo cual resultaba explicable por el contexto en el que se encontraba - Japón de la posguerra. Con sus trabajos iniciales alcanzó cierta notoriedad, lo cual al parecer le incomodaba. Esta situación le habría llevado tanto a dejar Japón como a alejarse del estilo de representación que utilizó en sus obras iniciales.

En 1959 se trasladó a ciudad de México, en donde su padre era director de una compañía de ingeniería; comenzando así una nueva vida en la que los viajes jugarían un importante papel.

En México estuvo durante tres años pintando y estudiando en la escuela de arte. Desde 1962 a 1964 estuvo viviendo entre Nueva York y Paris. Viajó por Europa hasta que se asentó en Nueva York, en donde vivió de manera intermitente hasta su muerte a los 81 años edad, ocurrida el 27 de junio de 2014.

La obra de Kawara migró de la representación pictórica hacia un estilo austero, casi impersonal. Las palabras y las fechas se convirtieron en elementos esenciales en su obra, al punto que en muchos casos comprendieron toda la obra.

Kawara se mantuvo la mayor parte de su vida alejado de la mirada pública. Pocas veces fue visto o fotografiado, no aparecía si quiera en sus muestras. Se mantuvo aislado de manera intencional y siempre estuvo en movimiento, viajando alrededor del mundo.

Kawara dedicó su vida a explorar las ideas de tiempo y espacio a través del arte, utilizando para ello los números y, en general, el lenguaje. La mayoría de sus obras son piezas de series que catalogan sus actividades diarias de manera meditativa y existencial.

Un ejemplo claro de su obra/vida es que su biografía oficial es únicamente la suma del total de los días que estuvo vivo, 29,771 días.

Kawara fue parte de la generación de artistas conceptuales que surgieron a mediados de la década de 1960.

Algunas referencias sobre el Arte Conceptual

El cuestionamiento a las convenciones fundamentales sobre el arte llevó a una conclusión lógica a finales de los años 60. La conclusión fue que lo “artístico” de una obra de arte yace en la idea del artista, antes que en su expresión final u objetivación. Es más, algunos artistas conceptuales llegaron incluso a eliminar al objeto. Con ello, la idea o el concepto fue visto como el elemento más importante de la producción artística.  Para los artistas conceptuales, la expresión está en la idea, no en la forma; la forma es simplemente un elemento o instrumento que está al servicio de la idea.

Sol LeWitt y Joseph Kosuth fueron de los primeros artistas que tomaron esta posición. Mientras Joseph Kosuth dio especial relevancia al lenguaje y sustentó su posición en el positivismo lógico del Ludwig Wittgenstein y en el psicoanálisis de Sigmund Freud; Sol LeWitt se centró en la idea propiamente dicha. Así, en 1967 Sol Lewitt señalaba que:

En el arte conceptual la idea o concepto es el aspecto más importante de la obra. Cuando el artista se vale de una forma de arte conceptual, significa que todo el proyecto y las decisiones se establecen primero y la ejecución es un hecho mecánico. La idea se convierte en una máquina que produce arte” (citado en Marchán Fiz 1986: 250).

Sin embargo, la filosofía fue una fuente importante para el desarrollo del Arte Conceptual en su conjunto. No sólo influyó el trabajo de Wittgenstein y la filosofía del lenguaje también influyeron filósofos post-estructuralistas y postmodernos, especialmente los franceses, como Jacques Derrida, Michel Foucault, Gilles Deleuze, entre otros.

El Arte Conceptual constituye un acercamiento más intelectual, que puso el acento en los procesos cognitivos de la práctica artística. El interés está en los procesos conceptuales de la configuración de la obra de arte.

El Arte Conceptual enfatiza la eliminación del objeto en sus modalidades tradicionales; sin embargo, no elimina el objeto de manera absoluta. Incluso en aquellos casos en los que se llega a la desmaterialización extrema a través del lenguaje escrito u oral, estamos ante objetos culturales, a los que está expuesto nuestra percepción y a los que les atribuimos determinado significado. En el arte conceptual se desplaza el énfasis sobre el objeto hacia la idea o concepto, y con ello hacía el espectador/receptor, hacia su percepción o imaginación.

El soporte físico no tiene un fin formal en sí mismo, no es la obra de arte, sino una señal de ella, es un registro de otro fenómeno, es tan solo un medio.

La des-objetivación del Arte Conceptual supone que se recurra al lenguaje como materia del arte, aun cuando los artistas conceptuales lo han utilizado de diversas formas.

Algunas expresiones del arte conceptual se han identificado con la tendencia mística propugnada por Sol Lewitt en sus
Oraciones sobre Arte Conceptual de1969:

1) Los artistas conceptuales son místicos más que racionalistas. Llegan a conclusiones a las que no llega la lógica.”

Esta afirmación evoca lo afirmado por Wittgenstein en su obra Tractatus logico- philosophicus: “6.522. Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico” (Wittgenstein 2010: 131). La afirmación de Lewitt nos hace pensar que el arte si es capaz de trabajar sobre lo inexpresable, lo que está más allá de lo físico. El arte puede articular lo que no se puede decir (Oloixarac 2008).
En esta expresión del Arte Conceptual, los medios inmateriales de la escritura o de los números se apropian del campo del imaginario, lo ideal, e incluso de la referencialidad al contexto de la vida (Marchán Fiz 1986: 261)

On Kawara se encuentra dentro del arte conceptual lingüístico, que se basa en la identificación de los mecanismos del arte con los del lenguaje. Se trata de una forma de arte reduccionista y profundamente formalista que basó gran parte de su propuesta en los mecanismos de la tautología.


Algunas Obras de On Kawara
Serie Date Paintings / Today


On Kawara
ABR. 18, 1972
“Apollo 16 sped toward the moon today after the astronauts were assured that flaking paint on the landing craft should not interfere with their plans for the United States’ fifth manned expedition to the lunar surface.”
Traducción libre: “Apolo 16 aceleró hacia la luna hoy después que los astronautas se aseguraron que la pintura descamada de la nave de aterrizaje no debe interferir con sus planes para la quinta expedición tripulada de los Estados Unidos a la superficie lunar."
Nueva York
De la obra  “Today”, 1966–2013
Acrílico sobre lienzo
45.7 × 61 cm
Colección Privada
© On Kawara. Foto: cortesía de David Zwirner.
Fuente: Museo Solomon R. Guggenheim

El 4 de enero de 1966, On Kawara empezó esta serie, en la cual trabajó por cerca de 50 años. Cada obra de la serie está conformada por un lienzo monocromático pintado en tonalidades de rojo, azul o gris, en el cual Kawara inscribió la fecha en color blanco.

Cada una de las obras fue ejecutada a lo largo de un día cuya fecha, de color blanco sobre fondo monocromo constituye la pintura. La pintura era producida de forma meticulosa a través de una serie de pasos que nunca variaban (Guasch 2009: 25)[1]. Si no llegaba a finalizar la pintura al final de ese día, Kawara la destruía. El cuasi-mecánico elemento de esta rutina hacía que la producción de cada pintura fuera una suerte de ejercicio de meditación.

La fecha era inscrita y compuesta en el lenguaje y la convención correspondiente al lugar donde Kawara realizaba la pintura. Cuando se encontraba en un país que no tenía un alfabeto romano, Kawara usaba el Esperanto.

No realizaba una pintura todos los días pero algunos días realizaba dos o incluso tres pinturas.

Las obras eran ejecutadas en formatos predeterminados (que van desde los 20.5 x 25.5 cm a los 155 x 226 cm) (Guasch 2009, 2016). Cada obra lleva un título relativo al día en que fue pintado y era conservado en una caja de cartón con dimensiones similares a la obra, en la cual se incluyó un recorte de periódico del lugar en el cual pintó la obra.

Toda la información relativa a la pintura era, a su vez, anotada en un diario redactado en la lengua del país en el que On Kawara pasó el primer día del año en el que realizó la obra o, en su caso, en Esperanto (Guasch 2016: 189). Usualmente las obras tenían subtítulos, algunos de los cuales reproducían los titulares de los periódicos del día en que la obra era pintada.

Según señala Guasch, en el caso de los diarios que llevaba Kawara de los años 1966 y 1972, estos incluían, además, fotografía de los lugares en los que se pintaron y fecharon las obras.

La elección de las fechas aparentemente no seguía un principio único, aun cuando algunas fechas tenían un significado histórico o personal particular. Sin embargo, esta serie se ocupaba de cada día como una entidad única dentro de un contexto mayor, constituido por el paso regular del tiempo.

La realización de la pintura, la elección del color del fondo y del formato, tampoco eran sistemáticos, por lo que no parecen haber seguido ningún patrón de comportamiento concreto. Esto contrastaba con el método de realización de cada pintura, el cual era absolutamente sistemático (Guasch 2009: 25).

La producción de esta serie se halla presente no sólo en los diarios del artista, también se hace referencia a ésta en otras obras de Kawara, por ejemplo en la obra One Hundred Years. Esta obra está constituida por un panel de 70 x 129.5 cm en que On Kawara representa un calendario de 100 años. Se trata de una red de años compuesta por diez filas, cada una de las cuales representa una década y cada columna representa un mes. Puntos negros indican los días domingo. Cada día en el que el artista estuvo vivo es marcado con un punto amarillo. Cada día en que una pintura de la serie Date Painting quedó completada es marcado con un punto verde, en tanto que un punto rojo muestra que elaboró más de una pintura. El calendario nos muestra algunas cosas acerca de la vida de Kawara. Por ejemplo, nos revela los periodos en los que fue más o menos productivo.



Según este registro, On Kawara habría realizado algo más de dos mil Date Paintings.

Los Date Paintings de Kawara son un enunciación tautológica ya que se refieren a la fecha en la que se pintó cada cuadro. Con ellos trata de delimitar la experiencia fugitiva e inmaterial del tiempo.

Esta serie tiene múltiples lecturas. Nos refiere que el calendario es una construcción humana, es una forma de cuantificar el tiempo; sin embargo, ésta finalmente queda moldeada por los contextos culturales y las experiencias personales. Cada individuo percibe el paso del tiempo de forma distinta, en función a su cultura, su contexto, sus creencias, su experiencia personal.

Esta obra es la que pone en evidencia de manera más palpable tanto la vida como la obra del On Kawara. Llama la atención porque se trata de una serie formada fundamentalmente por pinturas, a pesar de tratarse de la obra de un artista que ha sido calificado como uno de los pioneros del Arte Conceptual. En todo caso, el uso de la pintura nos refiere a sus inicios como artista, al medio y la técnica con la que el artista inicio su carrera a finales de los años cuarenta e inicios de los cincuenta. Sin perjuicio de lo cual, esta serie también pone de manifiesto la convicción del artista de que “el lenguaje es la última abstracción” y que, a través de él, toda realidad es representable, incluso aquella intangible e informe, como es una fecha (Guasch 2009: 28-29).

Según Anne Rorimer (Rorimer 1991), esta serie forma parte de una tradición de la pintura occidental que se ocupa de la idea de materializar lo irrepresentable. En su obra existe una tensión entre la forma concreta de la pintura y su materialidad y la inconsistencia informe de su referente (Guasch 2009: 29).

Guasch señala que esta obra tiene elementos autobiográficos como por ejemplo lo que ella llama el “enigma de la repetición”. Una repetición en la que la variación y continuidad generan una fuerte inestabilidad emocional. Se percibe una especie de angustia que no puede resolverse ni en la novedad del cambio ni en la tranquilidad de lo rutinario y repetitivo.

Los colores aun cuando pueden ser similares, no lo son; los caracteres utilizados para escribir las fechas, son trazados a mano y sin plantillas, por lo que dentro de su semejanza, todos presentan ligeras diferencias. Las propias fechas, bajo su apariencia textual son siempre parecidas pero paradójicamente diferentes. Por lo tanto, en las pinturas de la serie, cada una de las representaciones de lo intangible, son a su vez, un símbolo de la realidad misma a la que representan, es decir, un símbolo de su semejanza y de su intrínseca diversidad. Citando a Jean Baudrillard, la obra de Kawara es una muestra de que “La cotidianidad es la diferencia dentro de la repetición” (Guasch 2009: 29).

Para On Kawara la vida cotidiana y el trabajo artístico ocupan la misma coordenada espacio – temporal. Pero además, hay una vinculación con el presente colectivo. Su obra supone no sólo un registro de su cotidianidad, sino también un archivo de la memoria colectiva.

Esta obra, conjuntamente con otras, representa a través de elementos aparentemente mecánicos, información factual que atestigua no sólo acerca de la propia existencia de On Kawara, sino acerca de la vida misma.


Serie I GOT UP …


On Kawara,
ABRIL – 1 1969
De la serie I Got Up, 1968–79.
Sello de tinta en postal 
15.2 x 23 cm.
Colección MTM, Japón.
© On Kawara. Foto: Cortesía de Michèle Didier
Fuente: Museo Solomon R. Guggenheim

Desde 1968 hasta 1979, Kawara envió dos postales diarias a amigos, conocidos, familiares o personalidades del mundo del arte, en la que tanto la dirección del destinatario, como la del remitente, así como la fecha y el mensaje estaban impresos con sellos de goma entintados.

En la serie  I GOT UP (Me levante a las ..) Kawara escribía la fecha, su nombre, la dirección que tenía en ese momento, el nombre y dirección del destinatario y la frase I GOT UP AT … (siempre en inglés y en mayúsculas) con la hora en la que se levantó ese día. Siempre utilizaba postales con fotos turísticas, y el texto estaba alineado de la misma forma siempre. Únicamente cambiaba el lenguaje y el formato de la fecha, dirección y el sello, en función de lugar de donde enviaba la postal.

Algunos destinatarios recibieron postales durante un mes o más; otros, recibieron solo una postal. Cuando enviaba postales de manera consecutiva a una persona, Kawara buscaba crear un juego de combinaciones, enviando múltiples vistas de un solo lugar o, por el contrario, enviaba de manera repetida la misma imagen.

Kawara podía comprar muchas postales a la vez, pero siempre las elaboraba el mismo día en que las iba a enviar.

Al igual que otras de sus series, en esta utilizaba un sistema impersonal de registro el cual era utilizado para comunicar información personal. Por un lado, tenemos la postal que constituye un objeto de producción masiva (la postal), así como la impresión del sello, las cuales contrastan con el trabajo a mano – el acto de presionar el sello sobre la postal- y el  momento íntimo que queda registrado en ella.  Adicionalmente, podemos apreciar que se comparte un hecho personal y hasta íntimo a través de un medio – la postal- que suele ser un objeto simbólico, un recuerdo, dirigido a una persona que está ausente pero que también recordamos (Guasch 2009: 33).

En esta serie encontramos algunas similitudes con la serie Date Paintings. La serie también supone un contraste entre un acto repetitivo y regular, con elementos diferenciadores, en este caso, el acto de hacer algo cada día en momentos distintos (levantarse).

A diferencia de otras obras, On Kawara no guardó ni archivó las obras. Por el contrario, las dispersó por el mundo y, además, por duplicado.

A pesar de todos los protocolos, contrastes, sistemas y regularidades, esta serie, al igual que otras, finalizó por un hecho imprevisto. En este caso, se trató del robo del maletín que contenía sus sellos. El maletín fue finalmente devuelto, pero On Kawara no continuó con la serie.

Serie I Am Still Alive

Esta serie comenzó con tres telegramas enviados en 1969. Los tres telegramas se leían mediante la siguiente secuencia: I AM NOT GOING TO COMMIT SUICIDE DON’T WORRY (no voy a suicidarme, no se preocupen); I AM NOT GOING TO COMMIT SUICIDE WORRY (no voy a suicidarme, preocúpense); y, finalmente, I AM GOING TO SLEEP FORGET IT (voy a dormir, olvídenlo/no hagan caso).

Estos telegramas fueron enviados cada uno en tres días distintos. Justo un mes después, envió un nuevo telegrama a alguien más, en el que se leía I AM STILL ALIVE (aun estoy vivo).



On Kawara
Telegrama a Sol LeWitt, Febrero 5, 1970.
De la serie I Am Still Alive, 1970–2000.
14.6 x 20.3 cm.
Colección LeWitt, Chester, Connecticut.
© On Kawara. Fotografía: cortesía de Kris McKay
© Fundación Solomon R. Guggenheim, Nueva York
Fuente: Museo Solomon R. Guggenheim

On Kawara envió casi 900 telegramas de este tipo a docenas de amigos y conocidos, durante más de tres décadas.

Estos telegramas difieren de sus series más tempranas en varios aspectos. Lo más saltante es que Kawara no hizo y ni siquiera tocó estos objetos. Enviar un telegrama era un acto bastante impersonal que involucraba, cuando menos, a un funcionario en la oficina de telégrafos. Esto suponía que Kawara tuvo que renunciar al estricto control estético que vimos en la serie I GOT UP.

Otra diferencia es el formato del telegrama, el cual estaba determinado por el lugar de recepción y no por el lugar de envío. La fecha que se indicaba en él no era la fecha de envío sino la fecha de recepción. En este caso, Kawara no enviaba un telegrama todos los días.

Se afirma que esta serie refleja la creciente desconfianza en el lenguaje por parte de Kawara, lo cual habría sido lo que lo llevaría a que a partir de la década de 1960 abandone la escritura y evite explicar su trabajo. Así, ante cualquier cuestionamiento del mundo artístico, Kawara enviaba con frecuencia un telegrama con la frase “I AM STILL ALIVE”.
El humor negro de la serie deriva de su mensaje y del medio utilizado. Recordemos que los telegramas usualmente servían para dar noticias importantes. Aun cuando algunas noticas podían ser importantes, lo más usual era que los telegramas tuvieran por finalidad informar de malas noticias, como por ejemplo, el anuncio de una muerte.
En este escenario, el mensaje es una respuesta a una pregunta que no ha sido formulada y que no lleva a ninguna parte. Es más, plantea la posibilidad de que una vez recibido, el mensaje pudiera ser incorrecto en el caso On Kawara ya no estuviera vivo.

I Met, I Read, I Went

On Kawara también registraba sus acciones cotidianas. Durante el período 1966 a 1968 documentó en sus cuadernos de notas una serie de puntos de referencia de sus actividades. Registró aspectos sociales, culturales y geográficos (Guasch 2016: 190-191). Así, mantuvo una serie de recortes de periódicos en su serie I Read, los cuales eran fechados y archivados sistemáticamente. Algunos de estos recortes fueron usados en su serie Date Paintings.

Por otro lado, anotaba los nombres de las personas con las que se encontraba a lo largo de un día en su serie I Met. Estas personas podían ser amigos, conocidos o extraños, con quienes conversó cada día durante 1968 a 1979. Los nombres aparecen en una sola columna escrita a máquina de escribir, en el orden en el cual se encontró con ellos. La lista era luego compilada en un archivador, cada una de las hojas del archivador contenía la lista de nombres correspondientes a un día, la cual era fechada con el día en cuestión. Si Kawara estaba con una persona a media noche, el apellido de ésta era registrado como la última persona que estuvo en un día y su primer nombre como la primera con la que se encontró al día siguiente.


On Kawara
I Met, 1968–79.
Hojas sueltas insertadas en carpetas con forros de plástico y material impreso insertado.
Veinticuatro volúmenes de 29.2 × 29.8 × 7.6 cm cada uno.
Colección del artista.
© On Kawara. Fotografía: Kris McKay.
© Fundación Solomon R. Guggenheim, Nueva York.
Fuente: Museo Solomon R. Guggenheim

Esta serie explora dos temas centrales en el trabajo de Kawara: el lenguaje y el viaje. Durante sus viajes, a Kawara le era difícil recordar los nombres occidentales de la gente que conocía. Usualmente les pedía sus tarjetas de presentación o que escribieran su nombre para luego registrarlos. Un día, recibió la tarjeta de un hombre que tenía un nombre de origen hispano en ciudad de México. Kawara recordó el reto que la había hecho su amigo Kasper König, .. escribe un poema que pueda ser entendido en cualquier lugar del mundo. El nombre de esta persona le pareció un poema (a manera de ready-made) que podía ser entendido por cualquier en cualquier lugar. Allí se dio cuenta que se podía encontrar un lenguaje universal en los nombres.

Además de nombres, Kawara también registró los lugares por donde estuvo en su serie I Went, para ello registraba en la fotocopia de un plano urbano, el itinerario de sus desplazamientos a lo largo de un día. El registro de la ruta seguida por Kawara se hacía con un lapicero rojo y la fotocopia del mapa era sellada con la fecha del día. Al final los mapas eral preservados en laminas de plástico e incorporadas en un archivador de tres anillos.


On Kawara
Abril 4, 1969. Nueva York.
De la serie I Went, 1968–79.
Tinta en fotocopia
27.9 x 20.3 cm
Colección del artista.
© On Kawara. Fotografía: cortesía de Michèle Didier.
Fuente: Museo Solomon R. Guggenheim

Kawara creo un mapa por cada día durante el tiempo que duró la serie. Si por alguna razón se alejaba del área representada en el mapa, escribía flechas y notas para describir hacia dónde se había ido y su ruta de regreso. El punto de partida estaba marcado por un punto rojo, y si no salía de su casa, el mapa sólo indicaba un punto. Si salía de casa pasada la media noche, el siguiente día empezaba el mapa en el lugar en el que se había quedado.

Gracias al uso de fotocopias, Kawara consiguió dotar a esta serie de consistencia tanto en tamaño como en aspecto.

One Million Years


On Kawara
One Million Years: Past, 1970 -71 (detalle de una de las páginas)
Papel fotocopiado y escrito a máquina de escribir
27.9 x 20.3 cm
Colección privada.
© On Kawara. Fotografía: cortesía de Kris McKay.
© The Solomon R. Guggenheim Foundation, Neva York
Fuente: Museo Solomon R. Guggenheim
La idea de documentar el tiempo del presente lo llevó a registrar el tiempo del pasado y el tiempo del futuro en las series One Million Years – Past  (Un Millón de Años – Pasado) (1970 – 1971) y One Million Years – Future (Un Millón de Años – Futuro) (1980).

Ambas series tienen los mismos componentes, un conjunto de veinte archivadores cada uno de los cuales contiene doscientas páginas en las que On Kawara mecanografió las fechas de un millón de años pasados y las de un millón de años hacia el futuro. Kawara le dedicaba seis a siete horas diarias a la elaboración de estos formatos.

El texto en cada página está conformado por 10 columnas rigurosamente alineadas y subdivididas en 5 bloques de 100 años, lo que hace un total de 500 años por página. Cada bloque contiene 10 líneas y cada línea contiene una decena de años que conforman  una década.

En On Million Years – Past  se incluye una dedicatoria “For all those who have lived and died” (Para todos aquellos que han vivido y han muerto). La cuenta empieza en 998-031 a.C. y finaliza en 1969, fecha de inicio de la serie.

En One Million Years – Future, la cuenta empieza en 198o y alcanza un millón de años hacia el futuro, hasta 1,001,980. También tiene una dedicatoria, “Fort the last one” (Para el último).

Además de la representación física de la obra, ésta también es objeto de lecturas, usualmente realizadas de manera simultánea por un hombre y una mujer, ambos sentados uno junto al otro, leen de manera intercalada una fecha tras otra de la obra.





Lectura continua de One Million Years
Presentado por South London Gallery
Duró siete días y siente noches, desde el 29 de marzo al 5 de abril de 2004
Trafalgar Square, Londres
Fotografía para The Guardian: Chris Young/PA
https://www.theguardian.com/artanddesign/2014/jul/24/on-kawara


El formato de calendario le brindó a Kawara otra forma de representar el tiempo y otra forma de registrar la vida diaria. Tanto en su obra One Million Years (1970-1998), como en One Hundred Years Calendar (1984 – 2012), Kawara comprime el tiempo en una pequeña red conformada por cifras.

En esta obra Kawara representa el millón de años pasado y el siguiente millón de años por venir dentro de un espacio real, dentro de un libro o volumen –en el doble sentido de la palabra-. Kawara imbuye al concepto inmaterial del tiempo una materialidad concreta. Como en todos sus trabajos, números y letras funden su sentido simbólico y su propósito representativo con su función como formas visuales. Así, Kawara integra la forma física del signo con su trabajo, el cual ilustra la capacidad del ser humano de atrapar el tiempo y el espacio en términos tanto abstractos como visibles (Rorimer 1991). En Kawara podemos hablar de una obra que cubre las cuatro dimensiones.

Esta obra se diferencia de las otras obras de Kawara no sólo por su dimensión temporal, también se diferencia en el formato, ya que tiene un claro inicio, y también un claro y definitivo final. Por el contrario, sus demás trabajos tuvieron la vocación de ser un trabajo en progreso que finalizaría sólo con la muerte del artista.

El claro final en esta obra lo podemos percibir en la dedicatoria de One Million Years – Future … Fort the last one” (Para el último), la cual parece sugerir la posibilidad de un fin apocalíptico para la historia de la humanidad; sin embargo, queda reflejado en un número de años acumulados que resulta tan abstracto y de dimensiones tan incomprensibles que difícilmente nos permite imaginar dicho final (Woo 2010).

En esta obra, Kawara reúne y mide el tiempo de la humanidad. Un millón de años hacia atrás, un millón de años hacia el futuro. Entre los dos hay un espacio en blanco que responde al período durante el cual Kawara no se ocupó de esta obra; sin embargo ese espacio, podemos identificarlo con el espacio en el que nos encontramos: el aquí y el ahora, tanto nosotros como el resto del mundo, en todo momento y en todo lugar. Pero también todos aquellos que estuvieron en el presente de quien realizó la obra, así como en el presente de quienes vieron la obra cuando fue expuesta.

En ese sentido, su obra es universal, cada uno de nosotros quedamos subsumidos dentro de la obra, con nuestra propia existencia, con la asociación de una fecha, un año, a nuestra experiencia personal. La obra nos permite alcanzar cierta autoconsciencia, somos consientes de nuestra existencia en relación con el paso del tiempo y, simultáneamente, tomamos conciencia de algo tan fundamental como es el paso del tiempo.  

Dos millones de años no constituyen una historia: son la historia misma. No la historia como una serie de eventos propios del devenir de los pueblos, ni como el conjunto de eventos culturales, acontecimientos, guerras y catástrofes, sino la historia como la presencia simultánea de sus millones de historias, la historia presente, la historia hecha presente.

En Kawara se expone el recuerdo del pasado de la humanidad y la humanidad por venir. La recolección de un número considerable de años es en sí mismo sólo un índice numérico de la monstruosa cantidad de años que han pasado y los que pasarán. Los "millones" no es un recuento, es el número o el código de lo inconmensurable, en la forma de una medida común. Todos están presentes juntos, lo ya pasado, lo que aún no ha llegado, lo anónimo, todo conformando un único conjunto complejo.

No hay nada que leer en esta larga colección, no hay ninguna historia que contar, nada sino el conteo agotador de los años que no se refieren a ningún evento histórico específico. El año presenta el espacio de un ciclo de vida y muerte. Más allá de esto, no hay ningún ciclo, hay historia con su gran rítmica de irregularidades; pero aún más allá, existe el simultáneo presente eterno. Nada distingue a un año de otro sino la diferencia de un numeral, y nada representa lo perenne sino la simultaneidad, aquí, de todas estas diferencias (Nancy 1999).

Además del discurso auto-reflexivo propio del Arte Conceptual, en esta obra también se ha encontrado una referencia a la práctica ritual práctica ritual llamada hishiri. Antiguo ritual japonés en el que se da “lectura de los días”, con el objetivo de predecir el arribo de los dioses y su incidencia en la actividad productiva (Espinoza 2014)


La obra de Kawara nos da a entender que su trabajo diario combinaba una suerte de labor burocrática con el proceso productivo de una fábrica. La forma predeterminada con la que realizó sus trabajos seriales, parece eliminar la creatividad y espontaneidad del artista, cuyo trabajo se reduciría a acciones repetitivas o incluso mecánicas: capas de pintura que son aplicadas de la misma manera, documentación estandarizada, empaques similares. Todo ello parece reflejar que el día de trabajo de Kawara era muy similar al día de trabajo de un oficinista o de un obrero en una fábrica. Sin embargo, a pesar de tanta estandarización y organización o, precisamente por ello, el trabajo diario de Kawara parece no tener sentido, a diferencia de lo que ocurre en la producción en una fábrica u oficina. Su labor es meticulosa pero improductiva, ya que sus acciones producen nada más que una serie de trabajos casi idénticos. No es una continuidad de experiencias personales de un sujeto, es prácticamente la pura articulación de la puntualidad, un tiempo homogéneo pero vacío (Woo 2010). Sin embargo, no podemos afirmar que la obra de Kawara no refleja su propia existencia.

En la obra de Kawara la subjetividad es sutil, queda reflejada detrás de una red de mensajes redundantes que funcionan para revelar información aparentemente genérica del individuo. Sin embargo, el sujeto y su vida emergen detrás de la aparente neutralidad de las fechas a través de las cuales ha organizado su experiencia vital. A veces incluso con información muy personal. El artista ha auto-objetivado su vida su presencia, a través de una serie de rituales burocráticos. Ha conformado un archivo de su vida, sin embargo, ese archivo no constituye su vida, tampoco su vida se reduce al archivo (Chiong 1999).

A través de toda la obra de Kawara éste ha documentado su existencia. Todos sus trabajos nos dan información sobre él; pero ninguno de ellos nos da una noción de las emociones del artista. Su obra habla de su existencia pero no habla de su expresión. El trabajo de Kawara nos da únicamente la información personal que puede ser verificable científicamente, pero no tenemos ninguna idea sobre su humor, pensamientos o posición política. Únicamente sabemos que existe y que está comprometido con un proyecto que es tanto conceptual como material. A pesar de la simplicidad formal y de la aparente simplicidad conceptual de su obra, ésta pone en evidencia cuánto de sí pone el artista en su obra (Richards 2008: 143).

Además de la existencia el elemento temporal está presente en toda la obra de Kawara. En su obra se superponen y coexisten de manera simultánea dos escalas temporales, la macro-cósmica, la del tiempo histórico o tiempo público, y la micro-cósmica, la definida por acontecimientos puntuales que lo involucran, fechas, actos, gestos, etc. del propio artista (Guasch 2016: 191- 192). Para Pascal Pique “El trabajo de On Kawara es único porque le pertenece. Pero al mismo tiempo concierne al género humano en su conjunto, en términos de identidad colectiva, política, cultural, histórica y temporal, cuando no espacial” (Guasch 2016: 192).


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[1] “Cuatro capas de color son aplicadas como base, con un tiempo de secado suficiente entre las mismas, para a continuación llevar a cabo un frotado preparatorio de la superficie para la correcta aplicación de la siguiente capa. Los perfiles del texto son trazados y luego rellenados con diversas capas de pintura blanca mediante el uso de pinceles finos, una regla, un cartabón, un bisturí y un pincel para recoger los restos de la pintura. La mayor parte del tiempo se dedica a la corrección delas pequeñas imperfecciones”.

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