Análisis de la obra "Jugadores de Cartas" – Paul Cézanne
José Luis Príncipe de Lama
"Pinto porque veo, porque siento -tengo fuertes sensaciones-,
también usted siente y ve como yo, pero no se atreve [...]
Yo tengo el valor de defender mis opiniones..."
-Paul Cézanne
El
presente trabajo tiene por finalidad el estudio de la icónica obra post-impresionista
“Jugadores de Cartas” (Fig. 1), cuyo
autor fue el pintor francés Paul Cézanne. El cuadro, ejecutado al óleo, mide 47,5 cms. × 57 cms. Fue pintado entre 1894 y 1895.
Sobre el pintor
Paul Cézanne (1839-1906) fue un pintor francés de origen italiano.
Tuvo como lugar de nacimiento la ciudad de Aix-en-Provenza, siendo hijo de un
pequeño banquero del que dependió económicamente toda su vida. Siguió estudios
de derecho alternándolos con el ejercicio de la pintura –su verdadera vocación-
de forma autodidacta debido a que fue
rechazado por la Ecole des Beaux Arts de París. Fue repetidas veces rechazado
por el ambiente académico, juzgándolo «en el límite de lo grotesco»[1] por su irrespeto a la perspectiva y a la corrección anatómica.
Durante
un tiempo estuvo relacionado con el círculo de impresionistas, logrando exponer
junto a ellos aunque, debido a los gestos pictóricos e intelectuales del
artista, fue alejándose paulatinamente, desarrollando un estilo pictórico irreverente
y muy personal. Durante casi el íntegro de su vida fue rechazado por la crítica
de sus contemporáneos, siendo apreciado únicamente por algunos colegas suyos
como Vicent van Gogh y Paul Gauguin. Dolido por la indiferencia hacia su
producción pictórica, pintó casi de forma exclusiva, paisajes, bodegones,
retratos y bañistas.
Sobre el ocaso de
su vida, empezó a gozar de cierta fama y reconocimiento. Sólo después de su
muerte -el 22 de octubre de 1906 a causa de una neumonía-, el pintor fue altamente valorado, reconociéndosele actualmente
como el Precursor de la Modernidad y el Padre
del Cubismo.
Análisis Panofskiano de la obra
A continuación se analizará la obra usando el método iconológico
de Erwin Panofsky, recurriendo a los
tres niveles que lo componen: el Nivel Pre- Iconográfico, el Nivel Iconográfico
y el Nivel iconológico.
1.
Nivel Pre-Iconográfico
Composición
En apariencia, la composición parece presentar simetría, sin
embargo, no llega a serlo a cabalidad, puesto que el eje del cuadro constituido
por el reflejo de la botella no está ubicado en el centro preciso de la
representación, dejando, de este modo, áreas desiguales que ocupan cada uno de
los personajes, constituyéndose, una “simetría asimétrica” (Fig. 2). Dicho
detalle cobra mayor notoriedad al contemplar que el personaje de la izquierda
luce no sólo el integro de su espalda en la representación, sino también el
respaldar de su silla; mientras que, hacia el lado derecho, el limitado espacio
de su contrincante impide la visualización íntegra de la espalda de éste.
La direccionalidad de los brazos, que parte desde los hombros
hasta las manos de los jugadores, pasando por los codos en forma angular,
dirige la visión hacia las cartas que blanden éstos, definiendo de esta manera,
el punto focal de la obra (Fig. 3). No sólo la vertical de la botella hacia
dicho centro contribuye hacia dicho cometido, sino también la pipa del jugador
de la izquierda cuya direccionalidad también apunta al mencionado centro. Se
trata de una composición simple pero efectiva: el personaje del lado izquierdo
se esquematiza a partir de una línea curva que
recorre su columna hasta finalizar en su cabeza, mientras que sus brazos
se construyen desde dos líneas rectas que forman un ángulo ligeramente obtuso. La
horizontalidad de la tabla de la mesa recibe, de forma perpendicular, a las
verticales que conforman las patas de la mesa y la botella que reposa sobre
ésta.
Sobre el lado derecho, la composición está definida por el
reflejo horizontal del primer personaje (al espejo), aunque la curva que define
su espalda y su cabeza se presente con mayor acentuación. Sobre el fondo
destacan dos líneas que definen los límites de la pared, de la ventana y,
aparentemente, una puerta, formando perpendicularidad.
La simpleza de la composición, junto con sus bloques cromáticos sobrios,
conllevan a una obra que muestra un desinterés por el dinamismo, aparentando
ser un fotograma congelado en el tiempo o la puesta en escena de una naturaleza
muerta representada por dos personajes humanos.
Volumetría y
perspectiva
La obra expone formas definidas en los torsos y brazos de los
personajes que, de forma simplificada, se aproximan a la geometría en forma de
volúmenes de cilindros u ovoides, definidos por el alto contraste que se forma
entre los cuerpos y el fondo, acentuados por el trazo de la línea oscura que
dibuja sus contornos, definiendo aún más la sensación de peso y quietud. Se
contempla que los torsos de los personajes son sólidos, abultados y
desproporcionados en función al resto del cuerpo. La intención del pintor se
concentra más bien en captar sólo el concepto o la idea del cuerpo, elevándolo
a una síntesis representada por formas volumétricas que aparentan ser conos u
ovoides. Además se percibe una
perspectiva irreal, en la que los cuerpos y los objetos que se presentan en el
lienzo pareciendo que están abordados en la pintura bajo distintos puntos de
vista. Este efecto se contempla en la articulación del hombro del personaje
izquierdo, dando la impresión que se aprecia bajo una vista picada, a
diferencia de la vista frontal que parece que domina a la pareja. La
perspectiva de la mesa también posee el mismo efecto visual.
Análisis
Cromático
El color es, sin lugar a dudas, el gran protagonista de la obra.
La paleta cromática es limitada pero de suntuosos matices, teniendo relevancia
las tonalidades análogas rojizas, amarronadas y/o anaranjadas. Sobre el lado
izquierdo aparece, erigiéndose de modo vertical, el primer gran bloque
cromático de cuya mixtura de colores prevalece un tono amarronado que
extendiéndose hacia su sección superior y su lado derecho, colinda con manchas
anaranjadas de tono medio. Otro bloque cromático aparece sobre la mitad
inferior del cuadro y centrado. De color naranja saturado y alternando con tonalidades
amarillentas, se extiende horizontalmente mientras que de forma contrastante,
sobre su sección superior, aparece una tercera manifestación cromática denotada
por una mancha de tonalidades cremas. De
similar forma, pero a la inversa, que la descrita en primera instancia, se
presenta como la que posee mayor iluminación dentro del conjunto pictórico. Un
color marrón oscuro aparece a partir de la mitad superior del cuadro siendo aún
más opacado por la presencia de manchas cercanas a la oscuridad del negro. Se
exponen, además algunos acentos denotados por tonalidades grisáceas. Dos de
ellos aparecen sobre el centro de la obra y en forma de paralelepípedos
haciendo triangulación con un tercer acento en forma vertical de similar color
que se coloca en medio y por encima del par antes descrito.. No se evidencia un
ritmo cromático intenso; la modesta paleta cromática manifestada bajo bloques de color definidos remiten más bien a
la calma o al apaciguamiento. La simetría expuesta contribuye, además, a la
sensación de orden y de equilibrio.
Habiendo descrito los valores ilustrativos de la obra, éstos
terminan relegados ante el aspecto cromático. El color, es decir, la mancha pictórica, se impone finalmente al dibujo,
siendo esta característica, imperativa en la producción de Cézanne.
2.
Nivel Iconográfico
A este nivel se abarca el tema
del lienzo, el mismo del que se reconoce un evento cotidiano: un juego de
cartas. Se observa a dos personajes
masculinos jugando a las cartas. Ambos aparecen sentados sobre sillas, uno
frente al otro, alrededor de una mesa cubierta con un mantel anaranjado.
Dirigen sus miradas a las combinaciones de naipes que sostienen con sus manos,
dejando en evidencia una clara concentración en el juego. Sobre la mesa hace su
aparición un único objeto: una botella que exhibe sobre su pico un corcho, con
lo cual se podría especular que su contenido es vino. La profundidad de la escena se ve limitada por
una pared provista de una gran ventana que ocupa aproximadamente la mitad de la superficie expuesta, la misma que
deja entrever un exterior en el que, en apariencia, asoma un grupo de árboles
sumergidos en un ambiente nocturno. La escena, en consecuencia, se desarrolla
en un ambiente cerrado; probablemente, un bar. Los personajes guardan algunas
características comunes en cuanto a sus posturas corporales, su expresividad y
su vestimenta, guardando algunas diferencias sustanciales. El personaje de la
izquierda aparece erguido y apoyando ambas muñecas sobre la mesa. Expresa una
evidente serenidad facial mientras contempla sus naipes, a la vez que sostiene
su pipa de color blanco con los labios. Usa bigote, lleva el cabello corto y
luce, además, algunas arrugas en su rostro, por lo que se puede deducir que se
trata de un hombre de edad madura, de aproximadamente cincuenta años. Luce una
vestimenta que consta de un pantalón de tonalidad ocre, un saco con bolsillos
laterales de color amarronado, distinguiéndose, el cuello blanco de una prenda
que podría tratarse de una camisa. Usa también un distintivo sombrero de forma cilíndrica,
cuyo color es similar al de su saco. El
personaje de la derecha guarda- a diferencia de su contendor- una posición un
tanto encorvada, apoyando el peso de su torso en los antebrazos que reposan
sobre la mesa. Su mirada está dirigida hacia su juego de cartas, manifestando, de la misma forma que su rival,
una clara concentración en su rostro, el mismo que, luciendo bigote y cabellera
corta, descubre a un hombre de menos edad que el primero, probablemente, en la
tercera década de su vida. Su atuendo no es muy distinto que el descrito
anteriormente: un pantalón amarronado, un saco de tonalidades ocres que cubre
probablemente, una camisa de color blanco y un gorro cuya forma es , esta vez,
ovalada. La indumentaria de ambos jugadores evidencia una clase social baja, lo
cual se ve reforzado en las
características del ambiente en el que llevan a cabo su partida. El ambiente se desarrolla bajo una
iluminación artificial.
Se desconoce la identidad de ambos personajes; se especula que
se trataría de campesinos de la región de Aix, el pueblo natal de Cézanne,
conjetura recogida por el Museo de Orsay[2]: “Éstos serían campesinos
observados por el pintor en la finca paterna del Jas de Bouffan, en las
cercanías de Aix. El hombre que fuma la pipa se ha podido identificar como el
"Tío Alexandre", un jardinero lugareño”.
Formalidad
Con certeza, no se trata de
una casualidad que el pintor haya colocado el eje del cuadro –definido por la
botella- ligeramente hacia la derecha. Con ello se generan dos secciones
espaciales desiguales. El personaje de la izquierda, con una mayor porción
espacial y luciendo el íntegro de su torso, parecería avanzar hacia su oponente
haciendo que éste último retroceda perdiendo espacio, al punto de hacerle
expulsar, parcialmente, del cuadro. No en vano la espalda de éste se pierde en
los límites del lienzo. Esta idea de dominio espacial se refuerza con la
marcada línea vertical que aparece en el fondo del recinto, la misma que
aparenta ser el límite de la pared de fondo con una posible puerta. Genera una
sensación de invasión territorial que el primer personaje ejerce sobre el
segundo.
Sumemos los detalles de la expresión corporal de ambos. El
hombre de la izquierda aparece en una
postura firme, acentuándose este detalle con la ayuda del espaldar de la silla
que ocupa, exhibiendo una línea recta bien definida. Sus antebrazos descansan
sobre sus muñecas, las mismas que se apoyan en el borde de la mesa. Junto con
la verticalidad de su cabeza, manifiesta, en conjunto, una postura de
ortodoxia, de serenidad y de fría rectitud.
De forma contrastante, su oponente expone una ligera curvatura en su
espalda, cuyo recorrido, de abajo hacia arriba, concluye en una acentuación a
la altura de la nuca, generando una cabeza ligeramente gacha. Como si estuviese
algo cansado, apoya por completo sus antebrazos sobre la superficie de la mesa.
La articulación de sus rodillas forma un ángulo recto, a diferencia de la
expuesta por su contendor, quien expone un ángulo obtuso, extendiendo sus piernas
hacia él, restándole aún más terreno.
Si la expresión corporal nos empieza a dar algunos indicios
hacia la iconología, sus rasgos faciales, sus gestos y sus vestimentas
refuerzan las posibles hipótesis que se van generando. Uno de los personajes es,
evidentemente, mayor que el otro. El de la izquierda, el de edad madura,
aparece calculador, como si la experiencia de sus años le permitiera manejar el
duelo con una calma inquebrantable a sabiendas que va a llevarse la victoria,
mientras que el de la derecha, el joven, aparece en una actitud más bien
reflexiva y algo dubitativa; su expresión denota a un hombre con cierta timidez
que, ante la presión de su adversario, prefiere esquivar su presencia bajando
la cabeza y dirigiendo su mirada hacia su combinación, concentrándose únicamente en lo que la suerte le ha deparado
con su juego de naipes. ¿Hacia dónde dirige su mirada el otro personaje? La
definición de la pintura en este aspecto no es clara. Exhibiendo cierta ambigüedad, parecería que
la dirige hacia su juego de naipes, sin embargo, la mancha pictórica definida
sobre su ojo sugiere también una fija atención hacia su oponente. Estos gestos pictóricos en los rostros
codifican a dos personalidades que manifiestan claras diferencias psicológicas.
Sus ropajes nos dicen aún más: Si bien es cierto que sus sacos son formalmente
similares, el contraste por color -uno
oscuro y el otro claro- nos pueden brindar
interpretaciones iconológicas adicionales.
Sus sombreros cobran especial atención en función a sus formas.
Uno es de forma cilíndrica; aparece
erguido, exponiendo una contundente verticalidad en alusión al poder, al autoritarismo y/o la rectitud. A pesar que estos conceptos formales
sintonizan con los conceptos antes descritos, la pintura revela un sombrero que
no calza de forma adecuada con la cabeza del usuario.
La mesa, también desplazada hacia la derecha, está cubierta con
un mantel que manifiesta otro detalle curioso: del lado del personaje de la
izquierda, el extremo del mantel permanece
en vertical, en claro reflejo a la actitud firme e imperturbable del actor que
está de su lado. La orilla opuesta decodifica un concepto diferente. Se halla
levantada, con su pliegue formando una vertical que aparenta estar
desestabilizada.
Cézanne también nos brinda pistas respecto al posible desenlace
del enfrentamiento que ocupa a ambos contendores; ello, haciendo uso del color.
Las cartas del jugador de la izquierda exponen un color blanco, característica
cromática que no comparte el mazo del jugador de la derecha, cuyas cartas
palidecen con un color grisáceo.
Una serie de lienzos -cinco en total- con la
temática de jugadores de naipes llegó a ejecutar Cézanne, siendo la versión que
es motivo del presente estudio (la quinta), la más destacada -a pesar de ser la
más pequeña-, debido a sus características formales y conceptuales. Las dos
primeras versiones (Fig. 4) se agrupan debido a sus características formales y
cromáticas, mientras que lo propio sucede con las tres versiones restantes. Es
así que, en la primera versión, se aprecia a un conjunto de cinco personajes
que actúan en el lienzo (tres jugadores y dos espectadores). Dos jugadores
aparecen de perfil, frente a frente, mientras que el tercero, en medio de los
dos anteriores y contemplando sus cartas, cabizbajo, está retratado
frontalmente. Un espectador aparece de pie con los brazos cruzados; el otro,
aparentemente, sentado. La segunda versión está formulada de igual forma,
siendo la diferencia más resaltante la ausencia del espectador que aparecía
sentado en la versión anterior. Como si se quisiera que toda la atención se
focalizara en el juego mismo, se empieza a prescindir de otros elementos
distractores, tales como el cuadro de la pared y la plataforma sobre el cual
descansa el jarrón que aparece sobre el extremo superior izquierdo. Tan sólo
mantiene el soporte que contiene a las pipas, quedando la pared casi limpia en
su totalidad. Sobre la mesa, se ha eliminado el tablón de color amarronado bajo
el que se desarrolla el juego, generando una mejor visión sobre lo que sucede
sobre ésta. Estas diferencias establecen un preludio a las tres versiones
posteriores que expondrán aspectos en común: la reducción de personajes y
elementos innecesarios con la finalidad de obtener la focalización de la
atención del espectador en el mansaje que el artista desea expresar, no sólo
con el mínimo de jugadores necesarios –dos- sino
también con los pocos elementos indispensables dentro del ambiente
representado.
Es así que en las dos versiones posteriores (la tercera y la
cuarta)(Fig. 5), la composición muestra un cambio sustancial. Ahora se presenta
una composición que es común a la quinta: un escenario simplificado en el que
tan sólo dos jugadores liberan la partida, ambos en vista perfil. La
caracterización de los dos personajes, ya descrita anteriormente, se conserva de modo similar en estas
versiones. El aspecto compositivo de mayor significación entre las tres últimas
versiones es, sin duda, el encuadre de los personajes respecto al eje vertical
definido por la botella. Tanto la tercera versión como la cuarta exponen al
jugador de la derecha luciendo el íntegro de su torso, aunque el respaldar de
su silla se pierde fuera de los límites del lienzo. Con respecto a esto, en la
versión que nos ocupa el presente estudio, el encuadre no permite contemplar la
espalda completa de dicho personaje. Esta diferencia frente a sus predecesoras
no se ha dejado a la casualidad: el artista debe haber tenido sólidas razones
para establecer dicho gesto compositivo a modo simbólico, el mismo que se
estudiará en el nivel iconológico en el presente trabajo. Cromáticamente, la
cuarta versión está muy cercana a la quinta definitiva.
Referentes
temáticos
Es de envergadura revisar todos aquellos precedentes temáticos
que nuestro artista haya podido llevar en mente antes de emprender su serie de
lienzos, ya que en función a ellos, como referencia o punto de partida, pudo el
pintor obtener inspiración.
Con respecto al tema se puede hallar algunos nexos pictóricos
relevantes de los cuales el pintor pudo obtener inspiración. Uno de ellos es “Soldados jugando a las cartas”(Fig. 6) de Antoine Le Nain pintada
hacia 1607, obra que Cézanne contempló en el museo de Aix. La disposición de
los cuatro personajes que aparecen representados en el lienzo obedece a cierta
similitud a la segunda versión ejecutada
por nuestro pintor. En la obra de Le Nain se puede observar a tres personajes
sentados alrededor de una mesa, en donde dos de ellos sostienen sus juegos de
cartas, en evidente concentración en el juego. El tercero no dispone de cartas
y su mirada se dirige hacia el
espectador, en claro desinterés por el juego. El cuarto personaje, de pie, con
la cabeza gacha, no parece conectarse con lo que sucede en la mesa.
También cabe mencionar la versión pictórica realizada por Louis
en 1635 (Fig. 7), el hermano de Louis. Con una temática similar, aunque con una
composición distinta, el encuadre aborda de mejor forma a los tres personajes
que aparecen sentados alrededor de la mesa, reservándole al cuarto personaje
una apariencia sombría de la que no se distingue con facilidad en una primera
impresión. De los sedentes, dos aparecen con naipes en sus manos, indicando que
son parte del juego, aunque con miradas ajenas a éste, parecería que se
desinteresan por la partida dándole prioridad a otros asuntos. El tercer
personaje que comparte la mesa no posee cartas sino una bolsa.
Otro referente de relevancia: “Jugadores de Cartas” (Fig. 8) de
Caravaggio, pintado en 1595, es una obra de estilo barroco que muestra a dos
jóvenes sosteniendo un juego de naipes. Un tercer personaje define el contenido
de la obra: se trata del informante del jugador que aparece de espaldas, haciéndole
señas con su mano derecha indicándole las cartas de su oponente. El objetivo
del cuadro es dejar por sentado que la astucia de la maldad puede vencer, con
frecuencia, a la inocencia. La representación de la trampa, del engaño o del juego
sucio también fue plasmado por Goya en su obra “Jugadores de Naipes” (Fig. 9),
pintada entre 1777 y 1778, dentro de su conjunto pictórico correspondiente a
sus cartones para tapices en el cual el aragonés representó diversos temas
populares y cotidianos.
En ambas obras queda claro que los artistas no sólo deseaban representar
el hecho ordinario del juego en sí, sino también transmitir, a través de la
gesticulación y la expresión de los personajes, el concepto negativo que
significa el engaño, la estafa y la maquinación para lograrlo.
Como referente compositivo, es de utilidad citar la obra de
Chardin titulada “El castillo de naipes”
(1737)(Fig. 10), en donde se expone a un jugador de naipes que arma una hilera
de éstos, jugando en solitario. A diferencia de las representaciones
anteriores, el personaje aparece en perfil, concentrado y dirigiendo su mirada
hacia los naipes mientras que apoya sus antebrazos en la mesa. Bajo una clásica
composición triangular, el artista ha sabido plasmar no sólo sencillez y
elegancia, sino también la caracterización psicológica de un personaje que está
concentrado en su juego. Esta vista del personaje representado resulta ser
bastante similar a la que Cézanne usa en uno de los jugadores que plasma en sus
tres últimas versiones del mencionado tema.
Personificación
de sus personajes
En cuanto a la personificación de los personajes, es probable
que Cézanne haya estado trabajando -en otros lienzos- la psicología de los
participantes. “El hombre de la Pipa”
(Fig. 11), pintada entre 1890 y 1892, presenta a un hombre, probablemente uno
de los campesinos que comúnmente retrataba el artista, que posee atributos
bastante similares al del personaje sobre el lado izquierdo de la obra
estudiada. Empezando por la vestimenta, la chaqueta sobria y amarronada, la
camisa blanca de la que sólo aproxima el cuello, sumados al sombrero de copa
alta, haciendo la salvedad del ala que apunta hacia arriba, constituyen
elementos que nos indican una semejanza. Las facciones físicas no quedan
relegadas. Tiene un rostro alargado y a pesar de la frontalidad que expresa, se
podría deducir una nariz aguileña, similar a la que manifiesta el jugador en
posición perfil. La característica del bigote frondoso contribuye a dicha
hipótesis. Los personajes que retrató el maestro han sido, en sentido amplio,
representaciones de actitudes serias, reflexivas, meditabundas, desconfiadas y
en apariencia, desligadas de su entorno. El hombre de la pipa no es ajeno a
estos atributos. Podemos añadir, además que en la representación, bajo el gesto
de sus cejas, su mirada fija y la quietud de sus labios sosteniendo su pipa, se
le muestra frío y calculador; hasta incluso, amenazante. No en vano se le ha
retratado frontalmente, sosteniendo una mirada dura, impositiva y acusadora.
¿Sería acaso este personaje el mismo que Cézanne plasmaría sobre el lado
izquierdo en su obra icónica? Su pipa blanca, como accesorio indisoluble, parece consolidar dicha conjetura.
Durante el intervalo de dichos años, otra representación de un
hombre apipado es ejecutada por el pintor. La composición se distancia de la
mencionada anteriormente básicamente por la postura, en la que deja descansar
su cabeza sobre su brazo derecho formando una angulación sobre su codo, quien a
su vez, descansa sobre una mesa. Nuevamente, está presente la actitud
ensimismada que el artista plasma una y otra vez a lo largo de su producción
pictórica. Este personaje guarda características faciales que se asemejan más
al jugador expuesto en la derecha de nuestra obra. Un rostro ovalado, una nariz
recta y unos ojos relativamente pequeños que reflejan algo de timidez e
inseguridad. Su bigote extendido hacia los lados, guarda cierta modestia en
cuanto a su volumen. Su expresión es también análoga al del jugador y es que, a
diferencia de su contendor, su introspección parecería obedecer a la de un
hombre aquejado por el conflicto que le genera la incertidumbre. Su mirada se
desvía hacia un lado, como si conscientemente deseara evitar el contacto visual
y físico de la gente, la misma que le generaría desinterés. Su ropaje azulado
dista del otro hombre apipado y su gorra también, la misma que presenta características
similares a la del jugador del cual estamos haciendo referencia.
La data pictórica
ofrecida en estos dos personajes nos revela la posibilidad de un estudio previo
que ejerció el artista en cuanto a la personalidad de los personajes que
plasmaría en su definitiva escena de juego de cartas. ¿Podrían ser ellos las
representaciones de características psicológicas que el pintor buscaba materializar
como consecuencia de experiencias suscitadas en lo más profundo de su psique?
La
constitución corpórea de los personajes cezanianos es particular, constituyendo
ésta, una novedad pictórica en cuanto a la representación, la misma que en su
momento fue rechazada. Los jugadores de la obra presentan una exagerada
desproporción en cuanto a la relación
entre sus cabezas, sus brazos y sus respectivos torsos. Estos aspectos resaltan
más en el jugador de la izquierda. Su torso, representado bajo una compacta
figura volumétrica, es exageradamente grande con respecto a la cabeza, la cual
se sostiene al cuello de forma antinatural. La unión de los brazos con el
torso, a través del hombro es irreal, dando la impresión de desprendimiento.
Sin ninguna intención de recurrir al natural, la figura, en conjunto aparenta
ser un monigote fabricado al antojo del artista. Aunque menos severos en cuanto
a la representación del natural, la figura del otro personaje también presenta
caprichos formales generando desproporción o un interés extravagante de exponer
elementos del cuadro como si se tuviese múltiples ángulos de visión. Revisando
la producción de Cézanne en cuanto a forma humana se refiere, podemos encontrar
algunos casos puntuales en que se manifiesta este interés que el artista, a lo
largo de su trayectoria, llevaría a la madurez. Ya en 1867 había pintado su
obra “el negro Escipión” (Fig. 13),
en donde se contempla la exagerada desproporción entre el torso, los brazos y
la cabeza. La irregularidad se acentúa en las piernas del personaje, dobladas
en ángulo recto. Es obvia la necesidad de deformación física por parte del
artista. Otro ejemplo notable lo vemos en el cuadro “Muchacho con chaleco rojo” (Fig. 14), pintado entre 1894 y 1895.
Aparece un personaje que aparenta ser un adolescente elegantemente vestido en
postura de reflexión. La deformidad corporal se expone principalmente en su
brazo derecho, cuya exagerada longitud termina por deshumanizarlo.
3.
Nivel Iconológico
Ante estos repetidos intentos de representar juegos de naipes
con dos o tres jugadores, es obvia la necesidad que el artista tenía por mejorar
la escena hasta llegar al cénit de la ejecución.
¿Qué objetivo tenía Cézanne al intentar, una y otra vez, estas
representaciones de jugadores de naipes? Luego de efectuar el análisis
pre-iconográfico e iconográfico, el lienzo nos ha brindado pautas con las que
se puede dilucidar el significado profundo de la obra.
Del análisis iconográfico se podría plantear una hipótesis
iconológica hacia la intención expresiva del pintor. El encuadre de los
personajes dentro de la escena, la expresión corporal de cada uno de ellos, sus
peculiares expresiones con las cuales se podría ahondar en su psicología más
profunda, sus vestimentas y los objetos que intervienen en la escena apuntan a
una decodificación que construye un mensaje claro: el dominio, la imposición o la intimidación que ejerce una persona de
edad madura sobre otra que aún se halla en su juventud. Parecería que el duelo
entre ambos y la solución del conflicto no sólo pudiera hallar solución bajo la
razón o la objetividad, sino también bajo la cuota del destino que provee el
azar, el mismo que queda plasmado en la esencia del juego mismo, donde la dosis
de suerte es fundamental.
Un tema como éste, resultado de cuatro ensayos pictóricos previos,
puede dar origen a diversas interpretaciones. El historiador de arte Kurt Badt manifiesta que el óleo
representa la constante fricción que el pintor sostenía con su padre, generado
por el malestar que éste último sentía por la vocación artística de su hijo. Se
sustenta, además en un dibujo que el pintor realizó en 1859 llamado Ugolino, en
donde se representa a dos personas en contraposición sentadas alrededor de una
mesa con una composición similar al cuadro que es objeto de nuestro estudio, el
mismo que, según Badt, representaría
el odio que Cézanne tenía por su padre autoritario debido a la causa antes
mencionada.
Esta posible interpretación se menciona también en el sitio web
del Museo Orsay[3], recinto que acogió por varios años a la mencionada pintura: “La recurrencia de los jugadores de naipes en
el arte cezaniano de los últimos años, ha dado paso a una interpretación
interesante: ¿Tal vez el enfrentamiento de ambos jugadores simbolizaría la
lucha que enfrentó al artista contra su padre, para hacer reconocer su pintura,
representada aquí por el naipe?”.
Destaca, además, la solemnidad del cuadro, mediante la cual se
manifiesta una cohesión entre la naturaleza humana y su ambiente. Es así que el
mundo de los objetos queda simplificado a través de un rigor monumental que
invita a una comunión con la presencia de actores humanos, siendo ello, un
gesto esencial de la pintura cezaniana. Ello se puede confirmar, además, en la propuesta de sus
volúmenes plenamente definidos, tal como se ha expuesto en la presente pintura.
Con respecto a ello, Cézanne había manifestado: "Todo en la naturaleza está modelado
según la esfera, el cilindro y el cono" [4].
Anotemos también que para
conseguir su meta – la dotación de expresión artística a sus percepciones
sensoriales-, la participación del color es crucial, de ahí se puede sustentar
su convicción expresiva a través de un particular e irreverente discurso
cromático.
Acotemos, a este aspecto,
otra frase del maestro: “La naturaleza no
está en la superficie, sino en la profundidad. Los colores son la expresión de
esa profundidad en la superficie. Surgen de las raíces del mundo. Son su vida,
la vida de las ideas”.[5]
Por sus bondades compositivas, cromáticas, conceptuales y
simbólicas ya analizadas y descritas, la obra se eleva entonces al grado de lo
icónico. Cézanne, su obra, su pensamiento, su ímpetu por llevar al lienzo una
comunión entre lo artístico y lo perceptual a través del ejercicio mental,
quedan perennizados en esta obra, la misma que, en el año 2011 se vendió a la
Familia Real de Qatar por la friolera de 250 millones de dólares, llegando a
ser en su momento, la obra de arte más cara del mundo.
Conclusiones
Recapitulando, la obra guarda una amplia riqueza, no sólo por al
contenido iconológico que se dilucida al decodificar los significados profundos
en relación a la psique del artista previamente argumentados, sino también por
lo que representa para la historia del arte. En función al ejercicio mental, en
ella también estás expuestos, a través de la formalidad y la cromática, los
intentos de representación de la percepción humana hacia el hecho pictórico que
indesmayablemente buscaba nuestro artista hasta el fin de sus días. La
exploración intelectual que ejercía a través de su arte, iba más allá que los
límites que ofrecía la pintura de sus contemporáneos colegas impresionistas. Cézanne
se esforzó por comprender y reflejar la complejidad de la percepción visual
humana. Quería ofrecer una visión auténtica de la realidad, y para ello observaba
los objetos desde distintos puntos de vista, lo que le lleva a representarlos
desde perspectivas diferentes simultáneamente, sentando las bases del cubismo. Hay
una frase, atribuida tanto Matisse[6] como a Picasso, según la
cual «Cézanne es el padre de todos
nosotros».
Teniendo en cuenta todos los aspectos intelectuales antes
descritos, la actitud contemplativa hacia la obra se concreta hacia lo que Panofsky
llama “la plenitud del goce estético”.
[1] «La vida y el arte», pp. 27-70, en "Cézanne", Los grandes genios del arte, n.º 19, Eileen Romano (dir.), Unidad Editorial, S.A., 2005.
[2] http://www.musee-orsay.fr/es
[3]
http://www.musee-orsay.fr/es
[4]
«La vida y el arte», pp. 27-70, en "Cézanne", Los grandes genios del
arte, n.º 19, Eileen Romano (dir.), Unidad Editorial, S.A., 2005.
Fig. 4. Primera y
segunda versión de “Jugadores de Cartas”
Fig. 5. Tercera y
cuarta versión de “Jugadores de Cartas”
Fig 6: Antoine Le Nain, Soldados jugando a las cartas, 1607 Fig 7: Louis Le Nain, Soldados jugando a las cartas, 1635
Fig. 8: Caravaggio, Los Jugadores de Cartas, 1595 Fig. 9: Goya, Jugadores de Naipes, 1777 - 1778
Fig. 10: Chordin, Jugador de Naipes, 1737
Fig. 11: Cézanne, Hombre con Pipa, 1890 y 1892 Fig. 12: Cézanne, Hombre Apipado, 1890 y 1892
Fig. 13: Cézanne, El Negro Escipión, 1867 Fig. 14: Cézanne, Muchacho con Chaleco Rojo, 1894- 1895,
BIBLIOGRAFÍA
Duchting, Hajo
1999 “Cézanne, la naturaleza se convierte en arte”. Taschen, España
Becks-Malorny, Ulrike
1995 “Paul Cézanne, Precursor de la Modernidad”. Taschen, Alemania.
Huyghe, René
1958 “Cézanne”. Editorial Víctor Leru, Buenos Aires
DONDIS, Donis A.
1992 “La sintaxis de la Imagen. Introducción al método visual”. Ediciones G. Gilli S.A.
CHORDA, Frederick
1993 “Aprendiendo a mirar el arte”. Zaragoza, Gobierno de Aragón y Diputación de Zaragoza.
CASTIÑEIRAS GONZALES, Manuel Antonio
2007 “Introducción al método iconográfico”, Barcelona, Editorial Ariel, S.A.
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