Pedro
R. Guerra García.
2013-1
Usualmente
se considera a J.J. Winckelmann como el primer Historiador del Arte, pues
estableció una estructura temporal – evolutiva de los cambios estilísticos que
se habían desarrollado desde el inicio de las civilizaciones hasta la época en
el que él vivía; sin embargo, al leer sus escritos se cae en la cuenta de que
el trabajo de J.J. Winckelmann no solamente no se reduce a una simple narración
de las vicisitudes y los cambios que sucedieron dentro de la Historia del Arte;
o a una mera recopilación de datos de los artistas y sus técnicas, como era
habitual hasta ese momento; sino por el contrario, supera esa materialidad
artística, que reducía al arte al producto del artista, y establece una “teoría
estética de la belleza”.
En las Reflexiones
sobre la imitación de las obras de arte griegas en la pintura y la escultura (1756)
y en Historia del arte en la antigüedad (1764) de Johann Joachim
Winckelmann encontramos el desarrollo de una “teoría estética de lo bello”, que
supera la materialidad de Giorgio Vasari, entre otros. El punto de partida para
establecer esta teoría es básico: “el buen gusto, que se extiende cada vez más
a lo largo del mundo comenzó a formarse por primera vez bajo el cielo
griego”(Winckelmann 2008a: 77); y por lo tanto, el único camino para ser
grandes es la imitación del arte de los antiguos griegos(cf. Winckelmann
2008a: 78); pues en ellos se encuentra el único camino para llegar a la verdad,
y a las reglas de la definición y de la ejecución(cf. Winckelmann 1984:105).
La belleza, que en estas artes se encuentra en grado máximo,
es uno de los grandes misterios de la naturaleza (cf. Winckelmann 1984: 113),
que solamente puede ser conocida en la medida en que los hombres se acerquen al
ser Superior, quien permite distinguir el concepto de unidad y de
indivisibilidad de la materia. Al respecto, J.J. Winckelmann establece que el
concepto de belleza es como un espíritu, arrancado de la materia a través del
fuego, que procura engendrar un ser según la imagen de la primera criatura
racional surgida en la mente divina (cf. Winckelmann 1984: 118).
La
“estética” de Winckelmann establece una clara diferencia entre la belleza
sensible y la belleza ideal; ésta última solamente es posible comprenderla
mediante el entendimiento (cf. Winckelmann 2008a: 79); y para lograr tamaña
hazaña es necesario seguir [imitar] el camino de los griegos, pues ellos
“comenzaron a formarse ciertos conceptos universales de la belleza, tanto de
partes aisladas como de todas las proporciones de los cuerpos, que se elevaban
por encima de la misma naturaleza; su modelo primigenio era una naturaleza
espiritual concebida por el sólo entendimiento” (Winckelmann 2008a: 83).
La imitación
winckelmanniana se apoya sobre una idea superior de belleza que supera a la
belleza ordinaria, que es despreciada en nombre de una forma inteligible, pues
la belleza superior (ideal) permite la unidad de lo múltiple. J.J. Winckelmann
establece una fuerte distinción entre copia e imitación. La copia es la
reiteración de los dictados del gusto material, es la descripción de un
individuo u objeto, dónde la única finalidad es la transcripción de los
detalles particulares que se encuentran en ellas; en cambio, la imitación es
componer desde la observación y meditación de lo variado y establecer un todo
armónico; de esta manera se accede a la belleza universal y a su imagen ideal,
siendo está la fuente más pura del arte.
Por lo
tanto, el sentido básico de imitación winckelmanniana no se reduce a la
imitación de los objetos de los griegos, sino al proceder de los artistas
griegos para poder alcanzar a contemplar, mediante el entendimiento, la belleza
ideal; así lo expresa J.J. Winckelmann en sus Reflexiones: “La imitación de lo
bello en la naturaleza está o bien dirigida a un asunto particular, o bien
reúne las notas de diferentes asuntos particulares, llevándolos a la unidad. Lo
primero implica hacer una copia similar, un retrato; es el camino de las formas
y figuras holandesas. Lo segundo es el camino hacia lo bello universal y sus
imágenes ideales, y es el camino que tomaron los griegos. Pero la diferencia entre
ellos y nosotros es la siguiente: los griegos alcanzaban estas imágenes aunque
no la tomasen de cuerpos bellos, a saber, mediante la observación cotidiana de
lo bello de la naturaleza, que a nosotros, sin embargo, no se nos muestra todos
los días y raramente del modo como el artista lo desea” (2008a: 86).
J.J.
Winckelmann asume que toda producción artística consta de dos fases: la primera
fase tiene que ver con la concepción espiritual del artista, que se da en su
mente, y que tiene relación directa con el acto de crear; y la segunda fase
tiene que ver con la concepción mecánica, que es la realización de la
concepción espiritual en algo material; aquí se conjugan las realizaciones
manuales, habilidades mentales, el conocimiento de la anatomía y la proporción.
En la fase espiritual el artista “aprehende” el principio formativo implícito
en la imagen de un modelo proporcionado por los sentidos; en esta fase se
purifica y unifica las diversas multiplicidades y se convierten en un concepto
(idea), para que posteriormente se puedan plasmar en la realidad. En la fase
mecánica, la mano y el ojo sirven como herramientas del entendimiento para
superar la resistencia de la materia, y así poder reflejar la imagen
espiritual. En todo este proceso el artista debe garantizar la unidad, la
continuidad y la verdad del acto de creación
Con la
imitación se busca una armonía de las partes más nobles y una integridad de la
totalidad de la por encima de todas las tensiones que se dan en la realidad
material (cf. Winckelmann 2008a: 84); de esta manera el artista se convierte en
el segundo fabricante, pues busca superar a la naturaleza ya que lleva en sí la
idea de la Belleza; asimismo J.J. Winckelmann señala que los griegos formaron a
sus dioses y héroes por encima de los modelos materiales(cf. Winckelmann 2008c:
167).
Por lo tanto, para J.J. Winckelmann lo que se debe imitar no
son las esculturas de los griegos, pues éstas responden a un contexto diverso y
distinto; sino el camino que ellos tomaron para poder ascender y contemplar la
belleza ideal, suprema y divina.
En
cambio, Heinrich Wölfflin en su libro Conceptos fundamentales en historia
del arte menciona que para poder entender una obra de arte es necesario
considerar el lugar (espacio - nación); el tiempo y el temperamento y el estilo
con el que el artista desarrolla su obra, de esa manera habría que considerar
en sus lienzos la línea, la luz, el color, es decir todo aquello que le permita
establecer una diferencia con otro artista (cf. Wölfflin 1979: 16); en esta
línea J.J. Winckelmann también considera estos puntos pero considera que el
arte de los griegos es el arte verdadero, y establece que ese arte (el de los
griegos) es el arte superior frente a las otras manifestaciones artísticas, y
que para llegar a ser como los griegos hay que seguir el camino que
establecieron los griegos; por el contrario Heinrich Wölfflin busca establecer
los fundamentos estilísticos que se dan entre el Renacimiento y el Barroco, y
de ninguna forma busca establecer una superioridad entre ambos estilos.
Frente a
la propuesta imitativa de J.J. Winckelmann, Heinrich Wölfflin busca crear un sistema
entre el Renacimiento y el Barroco y por ello establece un método formal. Este
método le permite constituir determinadas diferencias entre el arte del
Renacimiento y el arte del Barroco, para lo cual establece cinco formas de
distinguir un estilo de otro estilo: lo lineal y lo pictórico; lo claro y lo
indistinto; la forma cerrada y la forma abierta; lo múltiple y lo unitario; lo
plano y lo profundo (cf. Wölfflin 1979: 18). Estas diferencias no se encuentran
en e J.J. Winckelmann, pues él se centra en la diferencia entre la belleza
sensible y la belleza ideal, pues ésta última solamente es posible comprenderla
mediante el entendimiento, cosa que lograron los griegos, no es el propósito de
Winckelmann establecer un sistema; sin embargo Heinrich Wölfflin si busca
establece un sistema para poder diferenciar los diversos estilos artísticos a
partir de una base teórica que la sustenta en determinados cuadros (cf.
Wölfflin 1979: 226 - 8).
Por ejemplo, cuando H. Wölfflin se refiere al estilo
lineal trata de señalar que lo lineal le da más estabilidad a la
composición, y que las figuras están definidas adquiriendo una belleza en sus
contornos y una similitud con la realidad; en cambio en el estilo pictórico,
el color le quita la autonomía a los contornos y le da importancia a la
masa. De esta forma para un estilo se tiene la idea de que se puede agarrar al
objeto dibujado y trasladarlo a otro lado, para el otro existe la opulencia de
las masas, y cierto énfasis en el movimiento (cf. Wölfflin 1979: 22 - 6).
De la
misma forma, cuando se refiere a lo plano y a lo profundo menciona que
el arte clásico dispone en planos las distintas partes que integran el conjunto
formal; mientras que lo profundo busca acentuar la relación sucesiva de
fondos, asimismo al desvalorizar los contornos desvaloriza los planos, y en ese
sentido nuestra visión organiza los objetos entre anteriores y posteriores.
Asimismo, la luz en el estilo plano se esparce en todo el cuadro;
mientras que el otro estilo la luz es espacial, y se enfoca en determinados
espacios. (cf. Wölfflin 1979: 74 – 8)
Otro
punto que también desarrolla Heinrich Wölfflin es la forma cerrada y la
forma abierta; para la primera la imagen está contenida dentro de un
cuadro, existe cierto tiempo de equilibrio estableciéndose un eje central, en
ese sentido el marco señala el límite; en cambio en el segundo la imagen no
está contenida dentro del cuadro, no hay un eje central, la luz se da en una
sola dirección y en un lugar determinado ( claroscuro) y se da la presencia de
diagonales y horizontales, cosa que en la forma cerrada solamente se da las
formas verticales (cf. Wölfflin 1979: 127 – 42).
Para concluir podemos decir que Winckelmann adopta una
estética mística en la definición de belleza abstracta, pero es una belleza que
busca comunicarse con los hombres por medio del entendimiento. Para poder
comunicarse con esta Belleza abstracta es necesario imitar (seguir)a los
griegos, pues ellos tuvieron la capacidad de combinar y ennoblecer las bellezas
más dispersas y débiles de la naturaleza. Asimismo, la belleza debe dar cuenta
de “la noble simplicidad y la callada grandeza” y debe ser “ser como el agua
más limpia extraída de un manantial puro, que es tanto más saludable cuanto
menos sabor tiene y más desprovista se halla de toda clase de partículas
heterogéneas” (Winckelmann 1984: 114). En cambio, H. Wölfflin busca establecer
un sistema a partir del establecimiento de cinco pares de formas, que le
permitirán establecer “parámetros” para diferenciar el Renacimiento y el
Barroco; pero a la vez también considera importante el lugar, el tiempo y el
temperamento del artista para determianr cierto estilo. Por último, habría que
señalar que Wölfflin se centra más en la pintura; mientras que Winckelmann se
centra en la perfección artística en las esculturas griegas.
BIBLIOGRAFÍA
- Winckelmann. Johann Joachim (1984). Historia del Arte en la antigüedad. Barcelona: Iberia.
- ______________ (2008a). Reflexiones sobre la imitación de las obras griegas en la pintura y la escultura. México: FCE.
- ______________ (2008b). Carta sobre las reflexiones acerca de la imitación de las obras griegas en la pintura y la escultura. México: FCE.
- ______________ (2008c). Elucidación de las reflexiones sobre la imitación de las obras griegas en la pintura y la escultura; y respuesta a l carta sobre las reflexiones. México: FCE.
- Wölfflin, Henrich (1979). Conceptos fundamentales en historia del arte. Madrid: Espasa-Calpe.
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