HAUSER, Arnold. “El
impresionismo” En: Historia social de la literatura y el arte. Madrid:
Ediciones Guadarrama, 1962, pp. 343-392. -
Hauser propone una red que entrelaza
varios conceptos alrededor del surgimiento, desarrollo y declive del
impresionismo. Nos menciona el contexto histórico de la época y de cómo los
hechos que acontecen son capaces de cimentar las bases sociales para que surja
un movimiento ideológico como el impresionismo. No sólo lo expone, como un
movimiento artístico que utiliza como medio de expresión la pintura, sino que
su impacto se llega a sentir también en la literatura, el teatro y la
psicología.
Hauser coloca el impresionismo
pictórico entre la primera exposición colectiva de impresionistas de 1874 y la última
de 1886, sumando a esto el posimpresionismo que dura hasta la muerte de Cézanne
en 1906. Para Hauser, la transición del naturalismo al impresionismo fue sutil,
pero impulsada por el ambiente de crisis en que se vivía, en medio de una
inestable situación política de cambio de imperio a república, donde el
capitalismo surgía como estructura económica, trasladando los centros de
cultura a donde están las grandes ciudades caracterizadas por el movimiento y
la acción. Por lo tanto, el paisaje era ahora la ciudad. Se buscaban cambios
rápidos, ya que no se estaba contento con el status quo, en lo político,
económico, la moda, el gusto estético y en toda la actitud hacia la vida.
Si antes el romántico buscaba actuar,
el impresionista ahora buscaba tomar un rol más contemplativo, ser un
espectador pasivo y representar como sucede. Hauser señala que parecía un
triunfo del naturalismo, porque en lugar de representar el objeto del
conocimiento, una hoja en blanco, por ejemplo, antepone la experiencia directa,
los sentidos, lo que naturalmente sucede con una hoja en blanco que no es pareja
blanca sino que cmabia de color por la luz. Por eso, el impresionismo se aleja
de todos los movimientos artísticos previos, ya no representa la imagen consciente,
producto de la síntesis de los conceptos con las impresiones de los sentidos,
sino que busca basarse sólo en los sentidos y la experiencia.
Para Hauser, el impresionismo es casi
un arte de ciudad, porque es mirar a través de los sentidos “sobreexcitados del
hombre técnico moderno” (345). Para el impresionista la realidad era
imperfecta, incompleta, compuesta de una serie de momentos y, por eso, no
interesaba representarse como un todo, sino como un instante, el cambio, la
casualidad, la expresión del momento. Para Hauser, este método (impresionista)
se forja por dos conceptos: esteticismo y decadencia.
-
El esteticismo es un movimiento artístico inglés basado
en la idea de que el arte existe para exaltar la belleza, por encima de todo. Y
eso venía muy acorde a la actitud pasiva y contemplativa del impresionismo. La
obra de arte era la finalidad, dedicándose a la belleza, a la armonía de los
colores y líneas, a la cultura estética. Si la realidad es imperfecta, la única
forma de lograr representarla en una obra de arte es a través de la memoria, la
visión y la experiencia estética. Por eso era importante estar de espectador,
porque cuando se crea la obra de arte o se disfruta de ella, cuando se
recuerda, se experimenta con mayor intensidad. Para Schopenhauer[1],
que influencia el esteticismo moderno, el arte era la liberación de la
voluntad, porque la realidad, para los artistas, era lo que se percibía de la
experiencia estética. Es decir, el arte se entiende porque se está en contacto
con él. Ya no importaba lograr la naturalidad sino que el ideal era artificial,
porque solo el arte es agradable, la naturaleza es salvaje. La idea de un arte
para los artistas (356) o, como escribe Hauser que aseguraba Nietzsche (357),
“el artista produce constantemente cosas buenas, medianas y malas, pero el
primero en rechazar, seleccionar y organizarlas en material utilizable es su
juicio”.
-
El concepto de decadencia: se relaciona con el afán de
muerte del romanticismo. Atrae porque no hay conceptos y, por eso, se lucha por
lograr la forma, domar lo natural, logrando el placer estético en la
decadencia. Los decadentes sentían
cierto sentimiento de culpa y de inferioridad. Por ejemplo, autores como
Baudelaire concebía el amor como el pecado original, la perdida de la inocencia
y, el placer más alto era el ser consciente de que se hace mal. Por eso se sentía simpatía por las prostitutas,
por ejemplo, representadas en pinturas, las rebeldes que se rebelan contra la
institución burguesa del amor, contra la forma espiritual “natural”, destruyendo
lo moral, social y las bases del sentimiento del amor. Son ESPECTADORAS
solitarias, apáticas, por encima de la lujuria y los arrebatos que despiertan
en otros, son, para Hauser, el FEMENINO DEL ARTISTA.
Como el impresionismo buscaba representar pictóricamente no lo objetivo del
ver, sino lo subjetivo de la percepción, no la realidad, sino el momento
determinado de ella, su técnica pictórica debía reflejarlo. Así, la atmósfera
se reflejaba en la descomposición de las superficies en manchas y puntos de
color, en las reflexiones de la luz y sombras, en la pincelada abierta y
suelta, en el dibujo rápido como si fuera boceto. Era dinámico y sensual, pero
al darle tanto peso a los efectos de la luz y el color, se volvía una realidad
bidimensional sin plasticidad, sin dibujo, ni forma espacial, ni línea. La
imagen era manchas de luz y color. En lugar de pintar el color que por
costumbre y experiencia el sentido común nos dice que es el real, se pinta la
verdadera percepción. Como dice Hauser, “no muestra los colores como calidades
concretas ligadas al correspondiente objeto, sino como fenómenos cromáticos
abstractos, incorpóreos e inmateriales” (349). Ahora bien, ¿este método tenía
sus limitaciones? Para Hauser, sí, porque se debían seguir reglas como las de contemplar
desde cierta distancia, los motivos debían ser representados como paisajes,
naturaleza muerta o retratos, y sólo se podía representar lo visual, lo que se
ve.
En el caso de la literatura, el impresionismo ejerció influencia mucho
después que en el arte pictórico, que, diferente al pasado, empieza a tener
mayor presencia que las otras artes. En la literatura, la élite culta
conservadora tomo un rol mayor que en la pintura, por lo que muchos autores
fueron académicos. La literatura interpretó a su manera las impresiones
atmosféricas de la luz, el aire y el color, dando prioridad a la idea de lo
dinámico, el instante, la vida del momento por encima de la impresión total. Se
dejaba el naturalismo porque se empezó a considerar demasiado materialista,
indecente, la realidad relacionada con un hombre salvaje. Menciona a autores
como:
-
Baudelaire: considerado precursor de la poesía simbolista
y creador de la lírica moderna. Sus escritos reflejaban la idea de que se
prefería la vida artificial, porque ninguna realidad podría ser mejor que la
imaginada. Hauser escribió (357) que Baudelaire escribía que “el mal ocurre sin
esfuerzo, o sea, naturalmente, y el bien, por el contrario, es siempre producto
de un arte, es artificial, innatural”.
-
También está Rimbaud: discípulo de Baudelaire.
Así como en una habitación llena de personas o un ambiente de mucho
movimiento, uno se puede sentir solo y desapercibido, los artistas
impresionistas se sentían así. Provenían del pueblo, de la pequeña burguesía,
de la burguesía adinerada o, incluso, de la aristocracia como Degas o
Toulouse-Lautrec, pero, al ser impresionistas, terminaban condensados en dos
tipos de artista moderno: el nuevo bohemio que opta por una “emigración
interna” o mental y el que huye físicamente a un país exótico, como Gauguin.
Hauser distingue, incluso, tres fases de la vida del artista: el bohemio
romántico[2],
el naturalista[3] y el
impresionista[4]. Pero lo
importante es que todos coincidían en manifestarse contra los burgueses, a
pesar de luchar al mismo tiempo por ser reconocidos por instituciones de ellos
como el Salón, por ejemplo, y buscaban la vida abstracta, lejos de la realidad
inmediata, una influencia del individualismo e irrealismo románticos, pero
traducido por impresionistas como Baudelaire (363), que hablaban de la
necesidad de viajar a lo desconocido porque algo disgusta. Conscientes o no,
les interesaba más la adrenalina, digamos, la inestabilidad del destino, lo versátil
de la fortuna, lo inquietante del cambio, opuesto a la monótona, aburrida y
segura vida del burgués. Por eso, el público burgués les devolvía el ataque y
los rechazaba.
Antes de escribir sobre lo que sucedía alrededor del impresionismo fuera de
Francia, Hauser señala como va desapareciendo el movimiento a la sombra del simbolismo,
más que nada, a partir de 1890. Moreas[5]
introduce el término como intento de sustituir la realidad en la poesía por la
“idea”. Ya no importa tanto el impresionismo sensualista, de los sentidos, sino
el espiritualismo. Recibe influencia del romanticismo en el uso de la metáfora
como fuente de la poesía y del impresionismo, por la riqueza de sus imágenes,
pero rechaza del primero su exagerada carga emocional y del segundo, su visión
materialista, formalista y racional. El simbolismo decía buscar la “poesía
pura”[6],
de lo irracional, a través del símbolo, que reduce la imagen e idea a una
unidad, no traducida sino interpretada, porque la poesía expresa algo que no
puede ser alcanzado o determinado directamente.
A finales del siglo XIX, el impresionismo predominaba en toda Europa. Hauser
sale de Francia y describe lo que sucede en Inglaterra. En especial llega la
literatura francesa y rusa. Si antes, escritores como Jane Austen y George
Eliot apoyaban el orden social conservador, ahora la libertad individual
luchaba por una discusión abierta, contra el burgués más expresamente que los
franceses, pero sin ser totalmente democráticos ni socialistas, ni tan bohemio
ni tan riguroso. La cosa era hacer de la vida una obra de arte, disfrutando de
la experiencia del momento, como el dandi, en lugar del bohemio. Mientras el
bohemio era, para ellos, un artista que ha bajado al nivel de los obreros, el
dandi es un intelectual burgués que ha subido de nivel, por todo su
conocimiento. Si ambos coinciden en estar en contra de la rutina y trivialidad
de la vida burguesa, para Baudelaire, el dandi es el héroe de la decadencia,
porque el artista aún refleja tener interés en algo, en cambio, el dandi es
desinteresado, renuncia al honor y a la fama. Menciona a Walter Pater[7]
(375), que veía al impresionismo como una forma de goce, donde la verdad es la
del momento y lo máximo que podamos sacar de ese momento con los sentidos[8].
Aun así no solo importaba la intuición, sino también lo intelectual, por eso el
dandi subía de nivel y escritores como Wilde le daban importancia a una figura
como la del crítico, como conocedor, por encima del mismo artista. El público
se volvía más selecto y leyendo a Henry James[9],
por ejemplo, el público no esperaba momentos conmovedores o personajes
coloridos como con Dickens (376), sino casi juicios de vida más maduros.
Y es que Hauser observa que fuera de Francia, el impresionismo era más
fuerte que el simbolismo, al menos en literatura, en cada lugar, a su manera,
pero coincidiendo en que sus poetas no se preocupaban por la realidad objetiva
sino por su propia sensibilidad y capacidad de experimentar, de vivir, esa
realidad.
Hauser destaca el fenómeno impresionista en Rusia, reflejado en la figura
del escritor Chejov[10].
Se compara su trabajo con el de Degas, donde sus cuadros parecieran irse a los
bordes, donde va a ir el marco. Las obras de Chejov parecen inconclusas, incompletas,
producto de la casualidad. No tiene que tener sentido, puede ser un fragmento,
no tiene que ser lo que se consideraba una “pieza bien hecha” (379), no tiene
que haber drama, porque los personajes no luchan, se someten a la desilusión. El
teatro, un drama sin acción, sin tragedia, defendido, para Hauser, por el
relativismo: una situación sea trágica o no, depende de la fuerza y la
necesidad en que surgen estos principios en el alma del ser humano (382), es
decir, es relativo si uno lo considera trágico o no.
Hauser menciona como figura del drama moderno a Ibsen[11],
influenciado por Kierkegaard[12],
el primero que dijera que la experiencia religiosa y ética nada tienen que ver
con la belleza y genialidad (383). Don Quijote mantenía su ideal incluso por
encima de sus propios intereses, los héroes de Ibsen eran también egoístas,
pero tuvieron éxito porque daban mensaje de autorrealización por encima de la
sociedad, un individualismo a fin con el superhombre de Nietzsche. Un
individual anarquista que veía la libertad personal como el valor superior y la
persona libre puede hacer más por sí mismo que la sociedad por él. Para Hauser,
discípulo de Ibsen fue Shaw[13],
quien no simpatizaba con el romanticismo, lo decorativo, heroico, sublime e
idealista. Influido por Ilustración, consideraba que el hombre auto engañaba
por intereses económicos y aspiraciones sociales. Por esas cosas, piensan creer
en lo que creen. Según Hauser, Shaw aspiraba al realismo, a la voluntad, pero
no a la razón.
Hauser relaciona aquí los estudios sobre psicología en esos tiempos, en
especial, el concepto de psicología de desvelamiento, que parte del supuesto de
que el hombre sabe y pretende saber por qué hace lo que hace, pero esto es solo
una deformación de los verdaderos motivos de sus sentimientos y acciones, la
razón que ellos piensan no es la real, sino un disfraz. Nietzsche lo ve como autoengaño,
mientras Freud lo ve más individual, como que esa conciencia de saber por qué
hace las cosas es por algo que le ha dicho su subconsciente, los instintos
contenidos en su subconsciente. Marx (materialismo histórico) y Engel lo llamaron
“falsa conciencia”, los hombres actuando motivados por su situación social y
psicología, viendo el mundo no como realidad, sino según las ideas que tienen
en base a sus circunstancias económicas y sociales. El importante de esto es reconocer
que el principio de toda esta nueva técnica de análisis era oponer, lo
consciente frente al subconsciente. El auto engaño llega por las experiencias
de sentidos e impresiones. Los estados de ánimo y las ideas cambian, porque la
realidad se da a conocer en diferentes formas y cada impresión es conocimiento
e ilusión, una idea impresionista. Por eso, Hauser escribe que “el
impresionismo es el estilo tanto del pensamiento como del arte de la época”
(390). En la época, lo que se consideraba verdades, no eran absolutas. Lo verdadero
era lo efectivo, provechoso y útil, y esa idea estaba relacionada con el
impresionismo: “toda verdad tiene cierta actualidad: vale solo en situaciones
perfectamente determinadas” (391). Nosotros cambiamos y el mundo de los objetos
lo hace también. Hauser escribe (391) “Las palabras pueden ser las mismas; pero
los poemas no se componen de palabras, sino del sentido de las palabras, y este
sentido se modifica de generación en generación”. Por eso, Hauser destaca que el
pensamiento impresionista tiene a su más alto exponente en filosofía a Bergson
y su interpretación de la irrepetibilidad del momento. Para los impresionistas,
el ser humano es la suma de los distintos momentos de su vida y los resultados
que toma luego de cada momento. El tiempo llena de contenido a la vida, como se
expresa en la obra de Proust, donde parece encontrarse la felicidad en el
recuerdo, en la contemplación del pasado y el arte es la única forma de poseer
la vida.
-
El esteticismo es un movimiento artístico inglés basado
en la idea de que el arte existe para exaltar la belleza, por encima de todo. Y
eso venía muy acorde a la actitud pasiva y contemplativa del impresionismo. La
obra de arte era la finalidad, dedicándose a la belleza, a la armonía de los
colores y líneas, a la cultura estética. Si la realidad es imperfecta, la única
forma de lograr representarla en una obra de arte es a través de la memoria, la
visión y la experiencia estética. Por eso era importante estar de espectador,
porque cuando se crea la obra de arte o se disfruta de ella, cuando se
recuerda, se experimenta con mayor intensidad. Para Schopenhauer[14],
que influencia el esteticismo moderno, el arte era la liberación de la
voluntad, porque la realidad, para los artistas, era lo que se percibía de la
experiencia estética. Es decir, el arte se entiende porque se está en contacto
con él. Ya no importaba lograr la naturalidad sino que el ideal era artificial,
porque solo el arte es agradable, la naturaleza es salvaje. La idea de un arte
para los artistas (356) o, como escribe Hauser que aseguraba Nietzsche (357),
“el artista produce constantemente cosas buenas, medianas y malas, pero el
primero en rechazar, seleccionar y organizarlas en material utilizable es su
juicio”.
-
El concepto de decadencia: se relaciona con el afán de
muerte del romanticismo. Atrae porque no hay conceptos y, por eso, se lucha por
lograr la forma, domar lo natural, logrando el placer estético en la
decadencia. Los decadentes sentían
cierto sentimiento de culpa y de inferioridad. Por ejemplo, autores como
Baudelaire concebía el amor como el pecado original, la perdida de la inocencia
y, el placer más alto era el ser consciente de que se hace mal. Por eso se sentía simpatía por las prostitutas,
por ejemplo, representadas en pinturas, las rebeldes que se rebelan contra la
institución burguesa del amor, contra la forma espiritual “natural”, destruyendo
lo moral, social y las bases del sentimiento del amor. Son ESPECTADORAS
solitarias, apáticas, por encima de la lujuria y los arrebatos que despiertan
en otros, son, para Hauser, el FEMENINO DEL ARTISTA.
Como el impresionismo buscaba representar pictóricamente no lo objetivo del
ver, sino lo subjetivo de la percepción, no la realidad, sino el momento
determinado de ella, su técnica pictórica debía reflejarlo. Así, la atmósfera
se reflejaba en la descomposición de las superficies en manchas y puntos de
color, en las reflexiones de la luz y sombras, en la pincelada abierta y
suelta, en el dibujo rápido como si fuera boceto. Era dinámico y sensual, pero
al darle tanto peso a los efectos de la luz y el color, se volvía una realidad
bidimensional sin plasticidad, sin dibujo, ni forma espacial, ni línea. La
imagen era manchas de luz y color. En lugar de pintar el color que por
costumbre y experiencia el sentido común nos dice que es el real, se pinta la
verdadera percepción. Como dice Hauser, “no muestra los colores como calidades
concretas ligadas al correspondiente objeto, sino como fenómenos cromáticos
abstractos, incorpóreos e inmateriales” (349). Ahora bien, ¿este método tenía
sus limitaciones? Para Hauser, sí, porque se debían seguir reglas como las de contemplar
desde cierta distancia, los motivos debían ser representados como paisajes,
naturaleza muerta o retratos, y sólo se podía representar lo visual, lo que se
ve.
En el caso de la literatura, el impresionismo ejerció influencia mucho
después que en el arte pictórico, que, diferente al pasado, empieza a tener
mayor presencia que las otras artes. En la literatura, la élite culta
conservadora tomo un rol mayor que en la pintura, por lo que muchos autores
fueron académicos. La literatura interpretó a su manera las impresiones
atmosféricas de la luz, el aire y el color, dando prioridad a la idea de lo
dinámico, el instante, la vida del momento por encima de la impresión total. Se
dejaba el naturalismo porque se empezó a considerar demasiado materialista,
indecente, la realidad relacionada con un hombre salvaje. Menciona a autores
como:
-
Baudelaire: considerado precursor de la poesía simbolista
y creador de la lírica moderna. Sus escritos reflejaban la idea de que se
prefería la vida artificial, porque ninguna realidad podría ser mejor que la
imaginada. Hauser escribió (357) que Baudelaire escribía que “el mal ocurre sin
esfuerzo, o sea, naturalmente, y el bien, por el contrario, es siempre producto
de un arte, es artificial, innatural”.
-
También está Rimbaud: discípulo de Baudelaire.
Así como en una habitación llena de personas o un ambiente de mucho
movimiento, uno se puede sentir solo y desapercibido, los artistas
impresionistas se sentían así. Provenían del pueblo, de la pequeña burguesía,
de la burguesía adinerada o, incluso, de la aristocracia como Degas o
Toulouse-Lautrec, pero, al ser impresionistas, terminaban condensados en dos
tipos de artista moderno: el nuevo bohemio que opta por una “emigración
interna” o mental y el que huye físicamente a un país exótico, como Gauguin.
Hauser distingue, incluso, tres fases de la vida del artista: el bohemio
romántico[15], el
naturalista[16] y el
impresionista[17]. Pero
lo importante es que todos coincidían en manifestarse contra los burgueses, a
pesar de luchar al mismo tiempo por ser reconocidos por instituciones de ellos
como el Salón, por ejemplo, y buscaban la vida abstracta, lejos de la realidad
inmediata, una influencia del individualismo e irrealismo románticos, pero
traducido por impresionistas como Baudelaire (363), que hablaban de la
necesidad de viajar a lo desconocido porque algo disgusta. Conscientes o no,
les interesaba más la adrenalina, digamos, la inestabilidad del destino, lo versátil
de la fortuna, lo inquietante del cambio, opuesto a la monótona, aburrida y
segura vida del burgués. Por eso, el público burgués les devolvía el ataque y
los rechazaba.
Antes de escribir sobre lo que sucedía alrededor del impresionismo fuera de
Francia, Hauser señala como va desapareciendo el movimiento a la sombra del simbolismo,
más que nada, a partir de 1890. Moreas[18]
introduce el término como intento de sustituir la realidad en la poesía por la
“idea”. Ya no importa tanto el impresionismo sensualista, de los sentidos, sino
el espiritualismo. Recibe influencia del romanticismo en el uso de la metáfora
como fuente de la poesía y del impresionismo, por la riqueza de sus imágenes,
pero rechaza del primero su exagerada carga emocional y del segundo, su visión
materialista, formalista y racional. El simbolismo decía buscar la “poesía
pura”[19],
de lo irracional, a través del símbolo, que reduce la imagen e idea a una
unidad, no traducida sino interpretada, porque la poesía expresa algo que no
puede ser alcanzado o determinado directamente.
A finales del siglo XIX, el impresionismo predominaba en toda Europa. Hauser
sale de Francia y describe lo que sucede en Inglaterra. En especial llega la
literatura francesa y rusa. Si antes, escritores como Jane Austen y George
Eliot apoyaban el orden social conservador, ahora la libertad individual
luchaba por una discusión abierta, contra el burgués más expresamente que los
franceses, pero sin ser totalmente democráticos ni socialistas, ni tan bohemio
ni tan riguroso. La cosa era hacer de la vida una obra de arte, disfrutando de
la experiencia del momento, como el dandi, en lugar del bohemio. Mientras el
bohemio era, para ellos, un artista que ha bajado al nivel de los obreros, el
dandi es un intelectual burgués que ha subido de nivel, por todo su
conocimiento. Si ambos coinciden en estar en contra de la rutina y trivialidad
de la vida burguesa, para Baudelaire, el dandi es el héroe de la decadencia,
porque el artista aún refleja tener interés en algo, en cambio, el dandi es
desinteresado, renuncia al honor y a la fama. Menciona a Walter Pater[20]
(375), que veía al impresionismo como una forma de goce, donde la verdad es la
del momento y lo máximo que podamos sacar de ese momento con los sentidos[21].
Aun así no solo importaba la intuición, sino también lo intelectual, por eso el
dandi subía de nivel y escritores como Wilde le daban importancia a una figura
como la del crítico, como conocedor, por encima del mismo artista. El público
se volvía más selecto y leyendo a Henry James[22],
por ejemplo, el público no esperaba momentos conmovedores o personajes
coloridos como con Dickens (376), sino casi juicios de vida más maduros.
Y es que Hauser observa que fuera de Francia, el impresionismo era más
fuerte que el simbolismo, al menos en literatura, en cada lugar, a su manera,
pero coincidiendo en que sus poetas no se preocupaban por la realidad objetiva
sino por su propia sensibilidad y capacidad de experimentar, de vivir, esa
realidad.
Hauser destaca el fenómeno impresionista en Rusia, reflejado en la figura
del escritor Chejov[23].
Se compara su trabajo con el de Degas, donde sus cuadros parecieran irse a los
bordes, donde va a ir el marco. Las obras de Chejov parecen inconclusas, incompletas,
producto de la casualidad. No tiene que tener sentido, puede ser un fragmento,
no tiene que ser lo que se consideraba una “pieza bien hecha” (379), no tiene
que haber drama, porque los personajes no luchan, se someten a la desilusión. El
teatro, un drama sin acción, sin tragedia, defendido, para Hauser, por el
relativismo: una situación sea trágica o no, depende de la fuerza y la
necesidad en que surgen estos principios en el alma del ser humano (382), es
decir, es relativo si uno lo considera trágico o no.
Hauser menciona como figura del drama moderno a Ibsen[24],
influenciado por Kierkegaard[25],
el primero que dijera que la experiencia religiosa y ética nada tienen que ver
con la belleza y genialidad (383). Don Quijote mantenía su ideal incluso por
encima de sus propios intereses, los héroes de Ibsen eran también egoístas,
pero tuvieron éxito porque daban mensaje de autorrealización por encima de la
sociedad, un individualismo a fin con el superhombre de Nietzsche. Un
individual anarquista que veía la libertad personal como el valor superior y la
persona libre puede hacer más por sí mismo que la sociedad por él. Para Hauser,
discípulo de Ibsen fue Shaw[26],
quien no simpatizaba con el romanticismo, lo decorativo, heroico, sublime e
idealista. Influido por Ilustración, consideraba que el hombre auto engañaba
por intereses económicos y aspiraciones sociales. Por esas cosas, piensan creer
en lo que creen. Según Hauser, Shaw aspiraba al realismo, a la voluntad, pero
no a la razón.
Hauser relaciona aquí los estudios sobre psicología en esos tiempos, en
especial, el concepto de psicología de desvelamiento, que parte del supuesto de
que el hombre sabe y pretende saber por qué hace lo que hace, pero esto es solo
una deformación de los verdaderos motivos de sus sentimientos y acciones, la
razón que ellos piensan no es la real, sino un disfraz. Nietzsche lo ve como autoengaño,
mientras Freud lo ve más individual, como que esa conciencia de saber por qué
hace las cosas es por algo que le ha dicho su subconsciente, los instintos
contenidos en su subconsciente. Marx (materialismo histórico) y Engel lo llamaron
“falsa conciencia”, los hombres actuando motivados por su situación social y
psicología, viendo el mundo no como realidad, sino según las ideas que tienen
en base a sus circunstancias económicas y sociales. El importante de esto es reconocer
que el principio de toda esta nueva técnica de análisis era oponer, lo
consciente frente al subconsciente. El auto engaño llega por las experiencias
de sentidos e impresiones. Los estados de ánimo y las ideas cambian, porque la
realidad se da a conocer en diferentes formas y cada impresión es conocimiento
e ilusión, una idea impresionista. Por eso, Hauser escribe que “el
impresionismo es el estilo tanto del pensamiento como del arte de la época”
(390). En la época, lo que se consideraba verdades, no eran absolutas. Lo verdadero
era lo efectivo, provechoso y útil, y esa idea estaba relacionada con el
impresionismo: “toda verdad tiene cierta actualidad: vale solo en situaciones
perfectamente determinadas” (391). Nosotros cambiamos y el mundo de los objetos
lo hace también. Hauser escribe (391) “Las palabras pueden ser las mismas; pero
los poemas no se componen de palabras, sino del sentido de las palabras, y este
sentido se modifica de generación en generación”. Por eso, Hauser destaca que el
pensamiento impresionista tiene a su más alto exponente en filosofía a Bergson
y su interpretación de la irrepetibilidad del momento. Para los impresionistas,
el ser humano es la suma de los distintos momentos de su vida y los resultados
que toma luego de cada momento. El tiempo llena de contenido a la vida, como se
expresa en la obra de Proust, donde parece encontrarse la felicidad en el
recuerdo, en la contemplación del pasado y el arte es la única forma de poseer
la vida.
[1] Filósofo alemán.
[2] Normalmente artistas
hijos de gente adinerada, porque querían vivir diferente a sus progenitores
burgueses. Quieren ser originales y extravagantes, pero podían volver a la
burguesía cuando quisieran (Gautier).
[3] Estaban fuera de la
sociedad burguesa, en contra de ella no porque sonara bien o fuera romántico,
sino que necesario. Para Murger y Balzac era una transición por la que tenía
que pasar todo artista.
[4] Ellos habitan con la
amoralidad, la anarquía y la miseria. Viven en cafés, cabarets, burdeles,
dejando de lado la vida, la felicidad, porque todo eso es aburrido y sofocante
(Rimbaud, Verlaine, Van Gogh, Toulouse-Lautrec).
[5] Jean
Moréas (1856-
1910) fue un poeta simbolista griego de expresión francesa, ensayista y crítico
de arte.
[6] Mallarme dice que “poesía
pura” llevaba a un método creador receptivo. Para tener experiencia poética
(disfrutar o no), no se necesitaba conocer todo el poema ni entenderlo
racionalmente. Hauser hace un paralelo entre este modo de comprender a la
distancia frente a una pintura impresionista. Aunque la “poesía pura” va más
allá, independiente de la realidad ordinaria, es un universo autónomo, completo
en sí mismo, porque el “poema debe ser algo misterioso cuya llave tiene que
buscar el lector” (370). Para Mallarme, lo básico de una gran poesía es que
sea incomprensible, el gusto de ser
difícil por el gusto de la dificultad misma, lo que revela el verdadero deseo:
aislarse de la masa y reducir el círculo lo más posible, para algunos.
[7] Walter Pater (1839-1894)
fue ensayista, crítico literario e historiador del arte inglés.
[8] El estado de naturaleza
es mejor que el de la civilización o, como concebían Tolstoi y Nietzsche, el
cuerpo es más sabio que la mente o Bergson de que intuición es más profunda que
el intelecto. Esta idea, sumada a la del ideal artificial de los decadentes y
la deformación como medio de expresión, sirvió para el arte expresionista
(actitudes espirituales normales son artísticamente estériles, porque el poeta
debe superar al hombre natural).
[9] Hauser menciona a Thomas
Mann, quien criticaba que el artista debía dejar de vivir normalmente, dejar su
propia felicidad, para describir la vida que no lleva. Sus escritos incluso
parecían demostrar que aquellos con vidas problemáticas, aventureros,
deshonrosos, estafadores, criminales o hasta el propio Hitler, eran parientes
espirituales del artista. Coincidía con el autor norteamericano, Henry James,
que se quejaba de la disciplina casi de monasterio que debían llevar los que se
dedicaran al arte, sin poder sucumbir a lograr una felicidad personal y
privada.
[10] Antón Chéjov (1860-1904)
fue un médico, escritor y dramaturgo ruso.
[11] Henrik
Johan Ibsen (1828-1906) fue un dramaturgo y poeta noruego. Le preocupaba más lo
éticos privado que lo social. Para él, sus escritos eran medios para predicar
sobre moral. Contradicción: luchaba contra la moral convencional, prejuicios
burgueses y sociedad dominante, a favor de una libertad que él mismo no creía.
En un escrito su personaje piensa “perdió la vida por vivir sólo para el arte”
(385).
[12] Søren
Aabye Kierkegaard (1813-1855) fue un filósofo y teólogo danés, considerado el
padre del Existencialismo.
[14] Filósofo alemán.
[15] Normalmente artistas
hijos de gente adinerada, porque querían vivir diferente a sus progenitores
burgueses. Quieren ser originales y extravagantes, pero podían volver a la
burguesía cuando quisieran (Gautier).
[16] Estaban fuera de la
sociedad burguesa, en contra de ella no porque sonara bien o fuera romántico,
sino que necesario. Para Murger y Balzac era una transición por la que tenía
que pasar todo artista.
[17] Ellos habitan con la
amoralidad, la anarquía y la miseria. Viven en cafés, cabarets, burdeles,
dejando de lado la vida, la felicidad, porque todo eso es aburrido y sofocante
(Rimbaud, Verlaine, Van Gogh, Toulouse-Lautrec).
[18] Jean
Moréas (1856-
1910) fue un poeta simbolista griego de expresión francesa, ensayista y crítico
de arte.
[19] Mallarme dice que “poesía
pura” llevaba a un método creador receptivo. Para tener experiencia poética
(disfrutar o no), no se necesitaba conocer todo el poema ni entenderlo
racionalmente. Hauser hace un paralelo entre este modo de comprender a la
distancia frente a una pintura impresionista. Aunque la “poesía pura” va más
allá, independiente de la realidad ordinaria, es un universo autónomo, completo
en sí mismo, porque el “poema debe ser algo misterioso cuya llave tiene que
buscar el lector” (370). Para Mallarme, lo básico de una gran poesía es que
sea incomprensible, el gusto de ser
difícil por el gusto de la dificultad misma, lo que revela el verdadero deseo:
aislarse de la masa y reducir el círculo lo más posible, para algunos.
[20] Walter Pater (1839-1894)
fue ensayista, crítico literario e historiador del arte inglés.
[21] El estado de naturaleza
es mejor que el de la civilización o, como concebían Tolstoi y Nietzsche, el
cuerpo es más sabio que la mente o Bergson de que intuición es más profunda que
el intelecto. Esta idea, sumada a la del ideal artificial de los decadentes y
la deformación como medio de expresión, sirvió para el arte expresionista
(actitudes espirituales normales son artísticamente estériles, porque el poeta
debe superar al hombre natural).
[22] Hauser menciona a Thomas
Mann, quien criticaba que el artista debía dejar de vivir normalmente, dejar su
propia felicidad, para describir la vida que no lleva. Sus escritos incluso
parecían demostrar que aquellos con vidas problemáticas, aventureros,
deshonrosos, estafadores, criminales o hasta el propio Hitler, eran parientes
espirituales del artista. Coincidía con el autor norteamericano, Henry James,
que se quejaba de la disciplina casi de monasterio que debían llevar los que se
dedicaran al arte, sin poder sucumbir a lograr una felicidad personal y
privada.
[23] Antón Chéjov (1860-1904)
fue un médico, escritor y dramaturgo ruso.
[24] Henrik
Johan Ibsen (1828-1906) fue un dramaturgo y poeta noruego. Le preocupaba más lo
éticos privado que lo social. Para él, sus escritos eran medios para predicar
sobre moral. Contradicción: luchaba contra la moral convencional, prejuicios
burgueses y sociedad dominante, a favor de una libertad que él mismo no creía.
En un escrito su personaje piensa “perdió la vida por vivir sólo para el arte”
(385).
[25] Søren
Aabye Kierkegaard (1813-1855) fue un filósofo y teólogo danés, considerado el
padre del Existencialismo.
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