jueves, 12 de mayo de 2016

HAUSER, Arnold. “El impresionismo” En: Historia social de la literatura y el arte.- Esquema – Nuria Cano.

HAUSER, Arnold. “El impresionismo” En: Historia social de la literatura y el arte. Madrid: Ediciones Guadarrama, 1962, pp. 343-392. -  


Hauser propone una red que entrelaza varios conceptos alrededor del surgimiento, desarrollo y declive del impresionismo. Nos menciona el contexto histórico de la época y de cómo los hechos que acontecen son capaces de cimentar las bases sociales para que surja un movimiento ideológico como el impresionismo. No sólo lo expone, como un movimiento artístico que utiliza como medio de expresión la pintura, sino que su impacto se llega a sentir también en la literatura, el teatro y la psicología.
Hauser coloca el impresionismo pictórico entre la primera exposición colectiva de impresionistas de 1874 y la última de 1886, sumando a esto el posimpresionismo que dura hasta la muerte de Cézanne en 1906. Para Hauser, la transición del naturalismo al impresionismo fue sutil, pero impulsada por el ambiente de crisis en que se vivía, en medio de una inestable situación política de cambio de imperio a república, donde el capitalismo surgía como estructura económica, trasladando los centros de cultura a donde están las grandes ciudades caracterizadas por el movimiento y la acción. Por lo tanto, el paisaje era ahora la ciudad. Se buscaban cambios rápidos, ya que no se estaba contento con el status quo, en lo político, económico, la moda, el gusto estético y en toda la actitud hacia la vida.
Si antes el romántico buscaba actuar, el impresionista ahora buscaba tomar un rol más contemplativo, ser un espectador pasivo y representar como sucede. Hauser señala que parecía un triunfo del naturalismo, porque en lugar de representar el objeto del conocimiento, una hoja en blanco, por ejemplo, antepone la experiencia directa, los sentidos, lo que naturalmente sucede con una hoja en blanco que no es pareja blanca sino que cmabia de color por la luz. Por eso, el impresionismo se aleja de todos los movimientos artísticos previos, ya no representa la imagen consciente, producto de la síntesis de los conceptos con las impresiones de los sentidos, sino que busca basarse sólo en los sentidos y la experiencia.  
Para Hauser, el impresionismo es casi un arte de ciudad, porque es mirar a través de los sentidos “sobreexcitados del hombre técnico moderno” (345). Para el impresionista la realidad era imperfecta, incompleta, compuesta de una serie de momentos y, por eso, no interesaba representarse como un todo, sino como un instante, el cambio, la casualidad, la expresión del momento. Para Hauser, este método (impresionista) se forja por dos conceptos: esteticismo y decadencia.
-          El esteticismo es un movimiento artístico inglés basado en la idea de que el arte existe para exaltar la belleza, por encima de todo. Y eso venía muy acorde a la actitud pasiva y contemplativa del impresionismo. La obra de arte era la finalidad, dedicándose a la belleza, a la armonía de los colores y líneas, a la cultura estética. Si la realidad es imperfecta, la única forma de lograr representarla en una obra de arte es a través de la memoria, la visión y la experiencia estética. Por eso era importante estar de espectador, porque cuando se crea la obra de arte o se disfruta de ella, cuando se recuerda, se experimenta con mayor intensidad. Para Schopenhauer[1], que influencia el esteticismo moderno, el arte era la liberación de la voluntad, porque la realidad, para los artistas, era lo que se percibía de la experiencia estética. Es decir, el arte se entiende porque se está en contacto con él. Ya no importaba lograr la naturalidad sino que el ideal era artificial, porque solo el arte es agradable, la naturaleza es salvaje. La idea de un arte para los artistas (356) o, como escribe Hauser que aseguraba Nietzsche (357), “el artista produce constantemente cosas buenas, medianas y malas, pero el primero en rechazar, seleccionar y organizarlas en material utilizable es su juicio”.  
-          El concepto de decadencia: se relaciona con el afán de muerte del romanticismo. Atrae porque no hay conceptos y, por eso, se lucha por lograr la forma, domar lo natural, logrando el placer estético en la decadencia.  Los decadentes sentían cierto sentimiento de culpa y de inferioridad. Por ejemplo, autores como Baudelaire concebía el amor como el pecado original, la perdida de la inocencia y, el placer más alto era el ser consciente de que se hace mal. Por eso se sentía simpatía por las prostitutas, por ejemplo, representadas en pinturas, las rebeldes que se rebelan contra la institución burguesa del amor, contra la forma espiritual “natural”, destruyendo lo moral, social y las bases del sentimiento del amor. Son ESPECTADORAS solitarias, apáticas, por encima de la lujuria y los arrebatos que despiertan en otros, son, para Hauser, el FEMENINO DEL ARTISTA.

Como el impresionismo buscaba representar pictóricamente no lo objetivo del ver, sino lo subjetivo de la percepción, no la realidad, sino el momento determinado de ella, su técnica pictórica debía reflejarlo. Así, la atmósfera se reflejaba en la descomposición de las superficies en manchas y puntos de color, en las reflexiones de la luz y sombras, en la pincelada abierta y suelta, en el dibujo rápido como si fuera boceto. Era dinámico y sensual, pero al darle tanto peso a los efectos de la luz y el color, se volvía una realidad bidimensional sin plasticidad, sin dibujo, ni forma espacial, ni línea. La imagen era manchas de luz y color. En lugar de pintar el color que por costumbre y experiencia el sentido común nos dice que es el real, se pinta la verdadera percepción. Como dice Hauser, “no muestra los colores como calidades concretas ligadas al correspondiente objeto, sino como fenómenos cromáticos abstractos, incorpóreos e inmateriales” (349). Ahora bien, ¿este método tenía sus limitaciones? Para Hauser, sí, porque se debían seguir reglas como las de contemplar desde cierta distancia, los motivos debían ser representados como paisajes, naturaleza muerta o retratos, y sólo se podía representar lo visual, lo que se ve.  

En el caso de la literatura, el impresionismo ejerció influencia mucho después que en el arte pictórico, que, diferente al pasado, empieza a tener mayor presencia que las otras artes. En la literatura, la élite culta conservadora tomo un rol mayor que en la pintura, por lo que muchos autores fueron académicos. La literatura interpretó a su manera las impresiones atmosféricas de la luz, el aire y el color, dando prioridad a la idea de lo dinámico, el instante, la vida del momento por encima de la impresión total. Se dejaba el naturalismo porque se empezó a considerar demasiado materialista, indecente, la realidad relacionada con un hombre salvaje. Menciona a autores como:
-          Baudelaire: considerado precursor de la poesía simbolista y creador de la lírica moderna. Sus escritos reflejaban la idea de que se prefería la vida artificial, porque ninguna realidad podría ser mejor que la imaginada. Hauser escribió (357) que Baudelaire escribía que “el mal ocurre sin esfuerzo, o sea, naturalmente, y el bien, por el contrario, es siempre producto de un arte, es artificial, innatural”.
-          También está Rimbaud: discípulo de Baudelaire.

Así como en una habitación llena de personas o un ambiente de mucho movimiento, uno se puede sentir solo y desapercibido, los artistas impresionistas se sentían así. Provenían del pueblo, de la pequeña burguesía, de la burguesía adinerada o, incluso, de la aristocracia como Degas o Toulouse-Lautrec, pero, al ser impresionistas, terminaban condensados en dos tipos de artista moderno: el nuevo bohemio que opta por una “emigración interna” o mental y el que huye físicamente a un país exótico, como Gauguin. Hauser distingue, incluso, tres fases de la vida del artista: el bohemio romántico[2], el naturalista[3] y el impresionista[4]. Pero lo importante es que todos coincidían en manifestarse contra los burgueses, a pesar de luchar al mismo tiempo por ser reconocidos por instituciones de ellos como el Salón, por ejemplo, y buscaban la vida abstracta, lejos de la realidad inmediata, una influencia del individualismo e irrealismo románticos, pero traducido por impresionistas como Baudelaire (363), que hablaban de la necesidad de viajar a lo desconocido porque algo disgusta. Conscientes o no, les interesaba más la adrenalina, digamos, la inestabilidad del destino, lo versátil de la fortuna, lo inquietante del cambio, opuesto a la monótona, aburrida y segura vida del burgués. Por eso, el público burgués les devolvía el ataque y los rechazaba.  

Antes de escribir sobre lo que sucedía alrededor del impresionismo fuera de Francia, Hauser señala como va desapareciendo el movimiento a la sombra del simbolismo, más que nada, a partir de 1890. Moreas[5] introduce el término como intento de sustituir la realidad en la poesía por la “idea”. Ya no importa tanto el impresionismo sensualista, de los sentidos, sino el espiritualismo. Recibe influencia del romanticismo en el uso de la metáfora como fuente de la poesía y del impresionismo, por la riqueza de sus imágenes, pero rechaza del primero su exagerada carga emocional y del segundo, su visión materialista, formalista y racional. El simbolismo decía buscar la “poesía pura”[6], de lo irracional, a través del símbolo, que reduce la imagen e idea a una unidad, no traducida sino interpretada, porque la poesía expresa algo que no puede ser alcanzado o determinado directamente.

A finales del siglo XIX, el impresionismo predominaba en toda Europa. Hauser sale de Francia y describe lo que sucede en Inglaterra. En especial llega la literatura francesa y rusa. Si antes, escritores como Jane Austen y George Eliot apoyaban el orden social conservador, ahora la libertad individual luchaba por una discusión abierta, contra el burgués más expresamente que los franceses, pero sin ser totalmente democráticos ni socialistas, ni tan bohemio ni tan riguroso. La cosa era hacer de la vida una obra de arte, disfrutando de la experiencia del momento, como el dandi, en lugar del bohemio. Mientras el bohemio era, para ellos, un artista que ha bajado al nivel de los obreros, el dandi es un intelectual burgués que ha subido de nivel, por todo su conocimiento. Si ambos coinciden en estar en contra de la rutina y trivialidad de la vida burguesa, para Baudelaire, el dandi es el héroe de la decadencia, porque el artista aún refleja tener interés en algo, en cambio, el dandi es desinteresado, renuncia al honor y a la fama. Menciona a Walter Pater[7] (375), que veía al impresionismo como una forma de goce, donde la verdad es la del momento y lo máximo que podamos sacar de ese momento con los sentidos[8]. Aun así no solo importaba la intuición, sino también lo intelectual, por eso el dandi subía de nivel y escritores como Wilde le daban importancia a una figura como la del crítico, como conocedor, por encima del mismo artista. El público se volvía más selecto y leyendo a Henry James[9], por ejemplo, el público no esperaba momentos conmovedores o personajes coloridos como con Dickens (376), sino casi juicios de vida más maduros.
Y es que Hauser observa que fuera de Francia, el impresionismo era más fuerte que el simbolismo, al menos en literatura, en cada lugar, a su manera, pero coincidiendo en que sus poetas no se preocupaban por la realidad objetiva sino por su propia sensibilidad y capacidad de experimentar, de vivir, esa realidad.
Hauser destaca el fenómeno impresionista en Rusia, reflejado en la figura del escritor Chejov[10]. Se compara su trabajo con el de Degas, donde sus cuadros parecieran irse a los bordes, donde va a ir el marco. Las obras de Chejov parecen inconclusas, incompletas, producto de la casualidad. No tiene que tener sentido, puede ser un fragmento, no tiene que ser lo que se consideraba una “pieza bien hecha” (379), no tiene que haber drama, porque los personajes no luchan, se someten a la desilusión. El teatro, un drama sin acción, sin tragedia, defendido, para Hauser, por el relativismo: una situación sea trágica o no, depende de la fuerza y la necesidad en que surgen estos principios en el alma del ser humano (382), es decir, es relativo si uno lo considera trágico o no.    
Hauser menciona como figura del drama moderno a Ibsen[11], influenciado por Kierkegaard[12], el primero que dijera que la experiencia religiosa y ética nada tienen que ver con la belleza y genialidad (383). Don Quijote mantenía su ideal incluso por encima de sus propios intereses, los héroes de Ibsen eran también egoístas, pero tuvieron éxito porque daban mensaje de autorrealización por encima de la sociedad, un individualismo a fin con el superhombre de Nietzsche. Un individual anarquista que veía la libertad personal como el valor superior y la persona libre puede hacer más por sí mismo que la sociedad por él. Para Hauser, discípulo de Ibsen fue Shaw[13], quien no simpatizaba con el romanticismo, lo decorativo, heroico, sublime e idealista. Influido por Ilustración, consideraba que el hombre auto engañaba por intereses económicos y aspiraciones sociales. Por esas cosas, piensan creer en lo que creen. Según Hauser, Shaw aspiraba al realismo, a la voluntad, pero no a la razón.

Hauser relaciona aquí los estudios sobre psicología en esos tiempos, en especial, el concepto de psicología de desvelamiento, que parte del supuesto de que el hombre sabe y pretende saber por qué hace lo que hace, pero esto es solo una deformación de los verdaderos motivos de sus sentimientos y acciones, la razón que ellos piensan no es la real, sino un disfraz. Nietzsche lo ve como autoengaño, mientras Freud lo ve más individual, como que esa conciencia de saber por qué hace las cosas es por algo que le ha dicho su subconsciente, los instintos contenidos en su subconsciente. Marx (materialismo histórico) y Engel lo llamaron “falsa conciencia”, los hombres actuando motivados por su situación social y psicología, viendo el mundo no como realidad, sino según las ideas que tienen en base a sus circunstancias económicas y sociales. El importante de esto es reconocer que el principio de toda esta nueva técnica de análisis era oponer, lo consciente frente al subconsciente. El auto engaño llega por las experiencias de sentidos e impresiones. Los estados de ánimo y las ideas cambian, porque la realidad se da a conocer en diferentes formas y cada impresión es conocimiento e ilusión, una idea impresionista. Por eso, Hauser escribe que “el impresionismo es el estilo tanto del pensamiento como del arte de la época” (390). En la época, lo que se consideraba verdades, no eran absolutas. Lo verdadero era lo efectivo, provechoso y útil, y esa idea estaba relacionada con el impresionismo: “toda verdad tiene cierta actualidad: vale solo en situaciones perfectamente determinadas” (391). Nosotros cambiamos y el mundo de los objetos lo hace también. Hauser escribe (391) “Las palabras pueden ser las mismas; pero los poemas no se componen de palabras, sino del sentido de las palabras, y este sentido se modifica de generación en generación”. Por eso, Hauser destaca que el pensamiento impresionista tiene a su más alto exponente en filosofía a Bergson y su interpretación de la irrepetibilidad del momento. Para los impresionistas, el ser humano es la suma de los distintos momentos de su vida y los resultados que toma luego de cada momento. El tiempo llena de contenido a la vida, como se expresa en la obra de Proust, donde parece encontrarse la felicidad en el recuerdo, en la contemplación del pasado y el arte es la única forma de poseer la vida.  

-          El esteticismo es un movimiento artístico inglés basado en la idea de que el arte existe para exaltar la belleza, por encima de todo. Y eso venía muy acorde a la actitud pasiva y contemplativa del impresionismo. La obra de arte era la finalidad, dedicándose a la belleza, a la armonía de los colores y líneas, a la cultura estética. Si la realidad es imperfecta, la única forma de lograr representarla en una obra de arte es a través de la memoria, la visión y la experiencia estética. Por eso era importante estar de espectador, porque cuando se crea la obra de arte o se disfruta de ella, cuando se recuerda, se experimenta con mayor intensidad. Para Schopenhauer[14], que influencia el esteticismo moderno, el arte era la liberación de la voluntad, porque la realidad, para los artistas, era lo que se percibía de la experiencia estética. Es decir, el arte se entiende porque se está en contacto con él. Ya no importaba lograr la naturalidad sino que el ideal era artificial, porque solo el arte es agradable, la naturaleza es salvaje. La idea de un arte para los artistas (356) o, como escribe Hauser que aseguraba Nietzsche (357), “el artista produce constantemente cosas buenas, medianas y malas, pero el primero en rechazar, seleccionar y organizarlas en material utilizable es su juicio”.  
-          El concepto de decadencia: se relaciona con el afán de muerte del romanticismo. Atrae porque no hay conceptos y, por eso, se lucha por lograr la forma, domar lo natural, logrando el placer estético en la decadencia.  Los decadentes sentían cierto sentimiento de culpa y de inferioridad. Por ejemplo, autores como Baudelaire concebía el amor como el pecado original, la perdida de la inocencia y, el placer más alto era el ser consciente de que se hace mal. Por eso se sentía simpatía por las prostitutas, por ejemplo, representadas en pinturas, las rebeldes que se rebelan contra la institución burguesa del amor, contra la forma espiritual “natural”, destruyendo lo moral, social y las bases del sentimiento del amor. Son ESPECTADORAS solitarias, apáticas, por encima de la lujuria y los arrebatos que despiertan en otros, son, para Hauser, el FEMENINO DEL ARTISTA.

Como el impresionismo buscaba representar pictóricamente no lo objetivo del ver, sino lo subjetivo de la percepción, no la realidad, sino el momento determinado de ella, su técnica pictórica debía reflejarlo. Así, la atmósfera se reflejaba en la descomposición de las superficies en manchas y puntos de color, en las reflexiones de la luz y sombras, en la pincelada abierta y suelta, en el dibujo rápido como si fuera boceto. Era dinámico y sensual, pero al darle tanto peso a los efectos de la luz y el color, se volvía una realidad bidimensional sin plasticidad, sin dibujo, ni forma espacial, ni línea. La imagen era manchas de luz y color. En lugar de pintar el color que por costumbre y experiencia el sentido común nos dice que es el real, se pinta la verdadera percepción. Como dice Hauser, “no muestra los colores como calidades concretas ligadas al correspondiente objeto, sino como fenómenos cromáticos abstractos, incorpóreos e inmateriales” (349). Ahora bien, ¿este método tenía sus limitaciones? Para Hauser, sí, porque se debían seguir reglas como las de contemplar desde cierta distancia, los motivos debían ser representados como paisajes, naturaleza muerta o retratos, y sólo se podía representar lo visual, lo que se ve.  

En el caso de la literatura, el impresionismo ejerció influencia mucho después que en el arte pictórico, que, diferente al pasado, empieza a tener mayor presencia que las otras artes. En la literatura, la élite culta conservadora tomo un rol mayor que en la pintura, por lo que muchos autores fueron académicos. La literatura interpretó a su manera las impresiones atmosféricas de la luz, el aire y el color, dando prioridad a la idea de lo dinámico, el instante, la vida del momento por encima de la impresión total. Se dejaba el naturalismo porque se empezó a considerar demasiado materialista, indecente, la realidad relacionada con un hombre salvaje. Menciona a autores como:
-          Baudelaire: considerado precursor de la poesía simbolista y creador de la lírica moderna. Sus escritos reflejaban la idea de que se prefería la vida artificial, porque ninguna realidad podría ser mejor que la imaginada. Hauser escribió (357) que Baudelaire escribía que “el mal ocurre sin esfuerzo, o sea, naturalmente, y el bien, por el contrario, es siempre producto de un arte, es artificial, innatural”.
-          También está Rimbaud: discípulo de Baudelaire.

Así como en una habitación llena de personas o un ambiente de mucho movimiento, uno se puede sentir solo y desapercibido, los artistas impresionistas se sentían así. Provenían del pueblo, de la pequeña burguesía, de la burguesía adinerada o, incluso, de la aristocracia como Degas o Toulouse-Lautrec, pero, al ser impresionistas, terminaban condensados en dos tipos de artista moderno: el nuevo bohemio que opta por una “emigración interna” o mental y el que huye físicamente a un país exótico, como Gauguin. Hauser distingue, incluso, tres fases de la vida del artista: el bohemio romántico[15], el naturalista[16] y el impresionista[17]. Pero lo importante es que todos coincidían en manifestarse contra los burgueses, a pesar de luchar al mismo tiempo por ser reconocidos por instituciones de ellos como el Salón, por ejemplo, y buscaban la vida abstracta, lejos de la realidad inmediata, una influencia del individualismo e irrealismo románticos, pero traducido por impresionistas como Baudelaire (363), que hablaban de la necesidad de viajar a lo desconocido porque algo disgusta. Conscientes o no, les interesaba más la adrenalina, digamos, la inestabilidad del destino, lo versátil de la fortuna, lo inquietante del cambio, opuesto a la monótona, aburrida y segura vida del burgués. Por eso, el público burgués les devolvía el ataque y los rechazaba.  

Antes de escribir sobre lo que sucedía alrededor del impresionismo fuera de Francia, Hauser señala como va desapareciendo el movimiento a la sombra del simbolismo, más que nada, a partir de 1890. Moreas[18] introduce el término como intento de sustituir la realidad en la poesía por la “idea”. Ya no importa tanto el impresionismo sensualista, de los sentidos, sino el espiritualismo. Recibe influencia del romanticismo en el uso de la metáfora como fuente de la poesía y del impresionismo, por la riqueza de sus imágenes, pero rechaza del primero su exagerada carga emocional y del segundo, su visión materialista, formalista y racional. El simbolismo decía buscar la “poesía pura”[19], de lo irracional, a través del símbolo, que reduce la imagen e idea a una unidad, no traducida sino interpretada, porque la poesía expresa algo que no puede ser alcanzado o determinado directamente.

A finales del siglo XIX, el impresionismo predominaba en toda Europa. Hauser sale de Francia y describe lo que sucede en Inglaterra. En especial llega la literatura francesa y rusa. Si antes, escritores como Jane Austen y George Eliot apoyaban el orden social conservador, ahora la libertad individual luchaba por una discusión abierta, contra el burgués más expresamente que los franceses, pero sin ser totalmente democráticos ni socialistas, ni tan bohemio ni tan riguroso. La cosa era hacer de la vida una obra de arte, disfrutando de la experiencia del momento, como el dandi, en lugar del bohemio. Mientras el bohemio era, para ellos, un artista que ha bajado al nivel de los obreros, el dandi es un intelectual burgués que ha subido de nivel, por todo su conocimiento. Si ambos coinciden en estar en contra de la rutina y trivialidad de la vida burguesa, para Baudelaire, el dandi es el héroe de la decadencia, porque el artista aún refleja tener interés en algo, en cambio, el dandi es desinteresado, renuncia al honor y a la fama. Menciona a Walter Pater[20] (375), que veía al impresionismo como una forma de goce, donde la verdad es la del momento y lo máximo que podamos sacar de ese momento con los sentidos[21]. Aun así no solo importaba la intuición, sino también lo intelectual, por eso el dandi subía de nivel y escritores como Wilde le daban importancia a una figura como la del crítico, como conocedor, por encima del mismo artista. El público se volvía más selecto y leyendo a Henry James[22], por ejemplo, el público no esperaba momentos conmovedores o personajes coloridos como con Dickens (376), sino casi juicios de vida más maduros.
Y es que Hauser observa que fuera de Francia, el impresionismo era más fuerte que el simbolismo, al menos en literatura, en cada lugar, a su manera, pero coincidiendo en que sus poetas no se preocupaban por la realidad objetiva sino por su propia sensibilidad y capacidad de experimentar, de vivir, esa realidad.
Hauser destaca el fenómeno impresionista en Rusia, reflejado en la figura del escritor Chejov[23]. Se compara su trabajo con el de Degas, donde sus cuadros parecieran irse a los bordes, donde va a ir el marco. Las obras de Chejov parecen inconclusas, incompletas, producto de la casualidad. No tiene que tener sentido, puede ser un fragmento, no tiene que ser lo que se consideraba una “pieza bien hecha” (379), no tiene que haber drama, porque los personajes no luchan, se someten a la desilusión. El teatro, un drama sin acción, sin tragedia, defendido, para Hauser, por el relativismo: una situación sea trágica o no, depende de la fuerza y la necesidad en que surgen estos principios en el alma del ser humano (382), es decir, es relativo si uno lo considera trágico o no.    
Hauser menciona como figura del drama moderno a Ibsen[24], influenciado por Kierkegaard[25], el primero que dijera que la experiencia religiosa y ética nada tienen que ver con la belleza y genialidad (383). Don Quijote mantenía su ideal incluso por encima de sus propios intereses, los héroes de Ibsen eran también egoístas, pero tuvieron éxito porque daban mensaje de autorrealización por encima de la sociedad, un individualismo a fin con el superhombre de Nietzsche. Un individual anarquista que veía la libertad personal como el valor superior y la persona libre puede hacer más por sí mismo que la sociedad por él. Para Hauser, discípulo de Ibsen fue Shaw[26], quien no simpatizaba con el romanticismo, lo decorativo, heroico, sublime e idealista. Influido por Ilustración, consideraba que el hombre auto engañaba por intereses económicos y aspiraciones sociales. Por esas cosas, piensan creer en lo que creen. Según Hauser, Shaw aspiraba al realismo, a la voluntad, pero no a la razón.

Hauser relaciona aquí los estudios sobre psicología en esos tiempos, en especial, el concepto de psicología de desvelamiento, que parte del supuesto de que el hombre sabe y pretende saber por qué hace lo que hace, pero esto es solo una deformación de los verdaderos motivos de sus sentimientos y acciones, la razón que ellos piensan no es la real, sino un disfraz. Nietzsche lo ve como autoengaño, mientras Freud lo ve más individual, como que esa conciencia de saber por qué hace las cosas es por algo que le ha dicho su subconsciente, los instintos contenidos en su subconsciente. Marx (materialismo histórico) y Engel lo llamaron “falsa conciencia”, los hombres actuando motivados por su situación social y psicología, viendo el mundo no como realidad, sino según las ideas que tienen en base a sus circunstancias económicas y sociales. El importante de esto es reconocer que el principio de toda esta nueva técnica de análisis era oponer, lo consciente frente al subconsciente. El auto engaño llega por las experiencias de sentidos e impresiones. Los estados de ánimo y las ideas cambian, porque la realidad se da a conocer en diferentes formas y cada impresión es conocimiento e ilusión, una idea impresionista. Por eso, Hauser escribe que “el impresionismo es el estilo tanto del pensamiento como del arte de la época” (390). En la época, lo que se consideraba verdades, no eran absolutas. Lo verdadero era lo efectivo, provechoso y útil, y esa idea estaba relacionada con el impresionismo: “toda verdad tiene cierta actualidad: vale solo en situaciones perfectamente determinadas” (391). Nosotros cambiamos y el mundo de los objetos lo hace también. Hauser escribe (391) “Las palabras pueden ser las mismas; pero los poemas no se componen de palabras, sino del sentido de las palabras, y este sentido se modifica de generación en generación”. Por eso, Hauser destaca que el pensamiento impresionista tiene a su más alto exponente en filosofía a Bergson y su interpretación de la irrepetibilidad del momento. Para los impresionistas, el ser humano es la suma de los distintos momentos de su vida y los resultados que toma luego de cada momento. El tiempo llena de contenido a la vida, como se expresa en la obra de Proust, donde parece encontrarse la felicidad en el recuerdo, en la contemplación del pasado y el arte es la única forma de poseer la vida.  






[1] Filósofo alemán.
[2] Normalmente artistas hijos de gente adinerada, porque querían vivir diferente a sus progenitores burgueses. Quieren ser originales y extravagantes, pero podían volver a la burguesía cuando quisieran (Gautier).
[3] Estaban fuera de la sociedad burguesa, en contra de ella no porque sonara bien o fuera romántico, sino que necesario. Para Murger y Balzac era una transición por la que tenía que pasar todo artista.
[4] Ellos habitan con la amoralidad, la anarquía y la miseria. Viven en cafés, cabarets, burdeles, dejando de lado la vida, la felicidad, porque todo eso es aburrido y sofocante (Rimbaud, Verlaine, Van Gogh, Toulouse-Lautrec).
[5] Jean Moréas (1856- 1910) fue un poeta simbolista griego de expresión francesa, ensayista y crítico de arte.
[6] Mallarme dice que “poesía pura” llevaba a un método creador receptivo. Para tener experiencia poética (disfrutar o no), no se necesitaba conocer todo el poema ni entenderlo racionalmente. Hauser hace un paralelo entre este modo de comprender a la distancia frente a una pintura impresionista. Aunque la “poesía pura” va más allá, independiente de la realidad ordinaria, es un universo autónomo, completo en sí mismo, porque el “poema debe ser algo misterioso cuya llave tiene que buscar el lector” (370). Para Mallarme, lo básico de una gran poesía es que sea  incomprensible, el gusto de ser difícil por el gusto de la dificultad misma, lo que revela el verdadero deseo: aislarse de la masa y reducir el círculo lo más posible, para algunos.
[7] Walter Pater (1839-1894) fue ensayista, crítico literario e historiador del arte inglés.
[8] El estado de naturaleza es mejor que el de la civilización o, como concebían Tolstoi y Nietzsche, el cuerpo es más sabio que la mente o Bergson de que intuición es más profunda que el intelecto. Esta idea, sumada a la del ideal artificial de los decadentes y la deformación como medio de expresión, sirvió para el arte expresionista (actitudes espirituales normales son artísticamente estériles, porque el poeta debe superar al hombre natural).  
[9] Hauser menciona a Thomas Mann, quien criticaba que el artista debía dejar de vivir normalmente, dejar su propia felicidad, para describir la vida que no lleva. Sus escritos incluso parecían demostrar que aquellos con vidas problemáticas, aventureros, deshonrosos, estafadores, criminales o hasta el propio Hitler, eran parientes espirituales del artista. Coincidía con el autor norteamericano, Henry James, que se quejaba de la disciplina casi de monasterio que debían llevar los que se dedicaran al arte, sin poder sucumbir a lograr una felicidad personal y privada.
[10] Antón Chéjov (1860-1904) fue un médico, escritor y dramaturgo ruso.
[11] Henrik Johan Ibsen (1828-1906) fue un dramaturgo y poeta noruego. Le preocupaba más lo éticos privado que lo social. Para él, sus escritos eran medios para predicar sobre moral. Contradicción: luchaba contra la moral convencional, prejuicios burgueses y sociedad dominante, a favor de una libertad que él mismo no creía. En un escrito su personaje piensa “perdió la vida por vivir sólo para el arte” (385).
[12] Søren Aabye Kierkegaard (1813-1855) fue un filósofo y teólogo danés, considerado el padre del Existencialismo.
[13] George Bernard Shaw (1856-1950) fue un escritor irlandés.
[14] Filósofo alemán.
[15] Normalmente artistas hijos de gente adinerada, porque querían vivir diferente a sus progenitores burgueses. Quieren ser originales y extravagantes, pero podían volver a la burguesía cuando quisieran (Gautier).
[16] Estaban fuera de la sociedad burguesa, en contra de ella no porque sonara bien o fuera romántico, sino que necesario. Para Murger y Balzac era una transición por la que tenía que pasar todo artista.
[17] Ellos habitan con la amoralidad, la anarquía y la miseria. Viven en cafés, cabarets, burdeles, dejando de lado la vida, la felicidad, porque todo eso es aburrido y sofocante (Rimbaud, Verlaine, Van Gogh, Toulouse-Lautrec).
[18] Jean Moréas (1856- 1910) fue un poeta simbolista griego de expresión francesa, ensayista y crítico de arte.
[19] Mallarme dice que “poesía pura” llevaba a un método creador receptivo. Para tener experiencia poética (disfrutar o no), no se necesitaba conocer todo el poema ni entenderlo racionalmente. Hauser hace un paralelo entre este modo de comprender a la distancia frente a una pintura impresionista. Aunque la “poesía pura” va más allá, independiente de la realidad ordinaria, es un universo autónomo, completo en sí mismo, porque el “poema debe ser algo misterioso cuya llave tiene que buscar el lector” (370). Para Mallarme, lo básico de una gran poesía es que sea  incomprensible, el gusto de ser difícil por el gusto de la dificultad misma, lo que revela el verdadero deseo: aislarse de la masa y reducir el círculo lo más posible, para algunos.
[20] Walter Pater (1839-1894) fue ensayista, crítico literario e historiador del arte inglés.
[21] El estado de naturaleza es mejor que el de la civilización o, como concebían Tolstoi y Nietzsche, el cuerpo es más sabio que la mente o Bergson de que intuición es más profunda que el intelecto. Esta idea, sumada a la del ideal artificial de los decadentes y la deformación como medio de expresión, sirvió para el arte expresionista (actitudes espirituales normales son artísticamente estériles, porque el poeta debe superar al hombre natural).  
[22] Hauser menciona a Thomas Mann, quien criticaba que el artista debía dejar de vivir normalmente, dejar su propia felicidad, para describir la vida que no lleva. Sus escritos incluso parecían demostrar que aquellos con vidas problemáticas, aventureros, deshonrosos, estafadores, criminales o hasta el propio Hitler, eran parientes espirituales del artista. Coincidía con el autor norteamericano, Henry James, que se quejaba de la disciplina casi de monasterio que debían llevar los que se dedicaran al arte, sin poder sucumbir a lograr una felicidad personal y privada.
[23] Antón Chéjov (1860-1904) fue un médico, escritor y dramaturgo ruso.
[24] Henrik Johan Ibsen (1828-1906) fue un dramaturgo y poeta noruego. Le preocupaba más lo éticos privado que lo social. Para él, sus escritos eran medios para predicar sobre moral. Contradicción: luchaba contra la moral convencional, prejuicios burgueses y sociedad dominante, a favor de una libertad que él mismo no creía. En un escrito su personaje piensa “perdió la vida por vivir sólo para el arte” (385).
[25] Søren Aabye Kierkegaard (1813-1855) fue un filósofo y teólogo danés, considerado el padre del Existencialismo.
[26] George Bernard Shaw (1856-1950) fue un escritor irlandés. 

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