¿Qué
opone y reúne a los artistas de París y Nueva York acerca de lo informe?
Isabel Flores Zúñiga
Bajo el término informe se agrupa una serie de estilos
artísticos que surgieron como reacción o consecuencia de una sucesión de
acontecimientos que pusieron en evidencia la decadencia a la que había llegado
la humanidad.
Adorno proclamaba en 1949,
“Escribir un poema después de Auschwitz es un acto de barbarie” y efectivamente
luego del Holocausto, de Hiroshima y Nagasaki, no había cabida para la belleza
o el goce estético, era imposible representarlos ya sea desde un punto de vista
academicista o de vanguardia.
Sin embargo y a pesar de
todo, el arte se reinventa en ciudades como París y Nueva York a través de la
nueva estética de lo informe, una estética que se caracteriza por la ausencia
total de formas reconocibles, ya sean figurativas o geométricas, que se
desarrolla desde mediados de los años cuarenta hasta principios de los sesenta,
con aspectos en común entre ambas ciudades pero también con características
propias de cada realidad.
Por un lado Europa era un
continente devastado física y moralmente. Francia, inmersa en la vergüenza tras
haber colaborado con la maquinaria Nazi, trataba de redimirse aferrándose al
comunismo y a sus políticas de “épuration”,
o humillación y ejecución pública de colaboracionistas. Artísticamente tras la
ocupación alemana, París había perdido su posición de capital del arte de
vanguardia. Los grupos artísticos se habían dispersado, algunos de sus miembros
se exiliaron en Nueva York, otros desaparecieron, murieron o pasaron por los
horrores de los campos de concentración mientras que sus obras, consideradas
por el régimen alemán como arte degenerado, eran subastadas o destruidas. En
este contexto es que surge una nueva forma de creación “un arte otro” como lo
denominará el crítico francés Michel Tapié, que a través de una práctica
individual pero de conciencia colectiva, describe la angustia por el futuro
incierto del hombre y a la vez replantea su concepción y su relación con el
mundo.
Mientras tanto en el
continente americano, Estados Unidos era un país emergente que se perfilaba
como potencia mundial. Entre los años 40 y 50 Nueva York reemplazaría a París
como centro mundial del arte de vanguardia como resultado de una serie de
hechos que se vinieron dando ya desde la década del treinta. Entre estos, el
apoyo dado al arte por el gobierno del presidente Roosevelt durante el New Deal a través del Federal Art Project (1935-1943) iniciado
como una medida de rescate de artistas y artesanos durante la crisis, quienes
realizaron para el estado un importante conjunto de arte público (murales,
pinturas, esculturas, etc.), creando un imaginario norteamericano que reflejaba
la idea de comunidad. Estos artistas americanos que tuvieron acceso a las
vanguardias europeas a través de artistas exiliados en Nueva York como
Mondrian, Dalí, Duchamp, Hoffman y Albers entre otros, crearían posteriormente
una estética propia, libre de directrices europeas, un estilo de arte propio
que se convertiría en la personificación de la cultura libre y moderna
americana, no sólo gracias al apoyo del estado sino del sector privado cuya
labor de difusión a través de museos y galerías sería primordial.
Tanto en París como Nueva
York si bien los artistas de lo informe tenían en común el rechazo al concepto
establecido de belleza, armonía y forma, y el querer expresar a través de su
pintura lo más profundo de su interior, lo harán defendiendo su individualidad,
lo que dará pie al surgimiento de diversos estilos.
En Europa esta diversidad de
manifestaciones artísticas posguerra fueron reunidas bajo el término global de
Informalismo, denominación acuñada en 1951 por el crítico de arte francés
Michel Tapié a raíz de la de la exposición “Significants
de l’informel” celebrada en París.
En Estados Unidos a los
representantes de lo informe se les agrupó bajo el término de expresionismo
abstracto. Esta denominación por parte del crítico de arte estadounidense
Robert Coates, no fue del agrado de los artistas que anhelaban el gesto
autográfico (Foster, Krauss, Bois, Buchloh 2006 :445). Sin embargo manteniendo
su estilo individual se identificaban como movimiento cuando se trataba de
defender su nuevo arte contra las críticas y rechazos de la época, como fue el
caso emblemático del boicot a la exposición del Metropolitan Museum de Nueva
York en el año de 1950 en protesta contra la “hostilidad al arte avanzado” de
esta institución (Foster et al., 2006:445), que fue inmortalizado en la famosa
foto de Nina Leen Los Irascibles
publicada en la revista Life en 1951.
(Fig. 1)
La versión francesa que se
dio en paralelo al expresionismo abstracto norteamericano fue denominada por el
crítico de arte francés Charles Estienne como Tachismo (abstracción lírica). Si
bien los norteamericanos practicaban el dripping
o pintura de goteo, los franceses eran partidarios de los taches o manchas, para Estienne “una alternativa más suave, al
tiempo que más profunda, a la violenta versión norteamericana.”(Guilbaut
2007:58)
Para empezar a precisar ciertas
características que unen y oponen a Nueva York y París acerca del arte de lo
informe, podríamos citar la definición que hace Sartre del hombre posguerra:
“eso es lo único que se puede ser en un mundo absurdo en el que no pueden
aceptarse las viejas normas de conducta. Un solitario que es consciente de
vivir en un mundo nuevo, diferente, y que comprende que debe liberarse de
cadenas como las tradiciones nacionales o el prestigio de maestros pasados. Un
solitario que sólo se tiene a sí mismo.”(Maderuelo 2006: 20)
Y es que precisamente este
refugiarse en sí mismo es una idea compartida por los artistas de ambas
ciudades. El individuo pasa a ser el núcleo fundamental de la reflexión, por lo
que nace un gran interés por lo más profundo del yo y del inconsciente,
filosofía heredada del Surrealismo de décadas pasadas.
Esta introspección se da en los
artistas neoyorquinos y parisinos a través de búsquedas personales, reflexiones
e investigaciones en torno al signo gráfico (representado en el trazo o la
mancha) y a la materia (a través de las texturas). En ambas realidades se
destaca “la materialidad del cuadro como superficie, rechazando todo
ilusionismo perspectivo, todo deseo de representar ninguna realidad que no sea
la de la propia materia, la del propio trazo, la de la propia pintura” y al
artista como un “yo que desea expresarse a través del plano pictórico, a través
del gesto, de la acción y el movimiento físico”. (Maderuelo 2006:12)
La preponderancia de cada
concepto variará de acuerdo a cada ciudad y a su realidad, en Nueva York se
dará mayor importancia a la pincelada dramática y a lo dinámico, mientras que
en París el interés se centrará más en la materia, en una pintura de carácter
más estático. Esto se explicaría por un lado en la tradición cultural europea,
basada en el conocimiento y en la reflexión versus la cultura norteamericana de
carácter más pragmática y dada a la acción.
Así la pintura gestual basada
en el automatismo y su representación del signo a través del trazo o la mancha,
tendrá mayor preponderancia en Norteamérica y el artista que mejor la
representará será el norteamericano Jackson Pollock (1912-1956) con su técnica
del action painting (Fig.2). Para Pollock el lienzo tendido en el
suelo era el campo de acción alrededor del cual, inspirado en los ritos de los
indios americanos que dibujaban figuras sobre la arena con fines mágicos, se
desplazaba dejando caer la pintura a través de un hueco en la lata (dripping) realizando trazos de forma
enérgica y espontánea, dando como resultado un intrincado de líneas y manchas
que oscilaba según el movimiento de su mano. En este proceso automático Pollock
determinaba el ritmo y el color más no la configuración precisa de manchas y
líneas (Fig. 3).
Por el lado francés podemos
comparar el estilo de Pollock con el de George Mathieu (1921-2012), quien
precisamente introduce el expresionismo abstracto en Europa en 1951 al
organizar la exposición “Vehemences
confrontées” en la que mostraba juntas obras de artistas americanos y
europeos. Mathieu tiene en común con Pollock la técnica rápida de elaboración y
la espontaneidad en contra de la premeditación.
Para Mathieu la verdadera pintura nace de la espontaneidad y de la
velocidad de ejecución con el fin de evitar que el acto de pintar se convierta
en algo calculado y sea únicamente producto del inconsciente. Es así que el
artista elaboraba sus pinturas de gran formato, hechas con la pintura extraída
directamente del tubo a través de gestos impulsivos, en público y en breve
tiempo, convirtiendo el proceso de pintar en un espectáculo (precursor del happening). (Fig. 4 y 5)
A diferencia de Pollock que pintaba
sobre el lienzo tendido en el suelo en un vaivén rítmico, Mathieu realizaba
trazos violentos sobre el lienzo dispuesto verticalmente mediante saltos y
desplazamientos rápidos configurando signos que remiten a la caligrafía china.
(Fig. 6)
Esta influencia de la
caligrafía oriental también la observamos en obras de artistas norteamericanos
como Franz Kline (1910-1962) y Mark Tobey (1890-1976).
Este último considerado el
principal representante de la pintura caligráfica en Norteamérica se inspiró en
las escrituras árabe y persa, la caligrafía china y japonesa y la filosofía Zen
(sus obras eran de carácter introspectivo y de meditación) a las que tuvo
acceso a través de sus viajes por Europa y Oriente. Tobey con trazos rápidos y
espontáneos genera una red fina de signos sin un significado específico,
generando zonas cromáticas diferenciadas (Fig. 7). En el caso de Kline sus
trazos de color negro son más gruesos, fuertes y apasionados y generan signos
caligráficos de gran tamaño y de carácter abstracto que nos remiten también a
la caligrafía oriental. (Fig. 8)
Esta íntima relación entre lo
gestual y la caligrafía china es explicada por Gombrich: “en el arte chino de
la caligrafía lo que los chinos admiran en realidad no es tanto la belleza
formal de los caracteres como la maestría y la inspiración que debe informar
cada trazo.” (Gombrich 1997: 602). En la pintura
caligráfica al igual que en el arte de la caligrafía china, los cuadros son hechos
de prisa y en forma espontánea.
Por otro lado, la estética de
lo informe está muy relacionado a la materia y a la introducción de nuevos
materiales pictóricos. Es en París en donde esta relación con lo matérico se
hace mucho más evidente. En la ya mencionada exposición “Significants de l’informel” de 1951, se reivindica la importancia
del material frente a la forma, ahora los artistas europeos se ven fascinados
por las texturas, “el tacto de una sustancia, su suavidad o rugosidad, su
transparencia o densidad” (Gombrich 606). Reemplazan o complementan las
pinturas tradicionales con materiales como el barro, arena o aserrín, yeso,
cemento, mezclado con cola para formar superficies espesas. Así en cuadros de artistas
como Jean Fautrier (1898-1964) y Jean Dubuffet (1901-1985), el material es el
protagonista.
Las obras de ambos artistas
son características por el empleo del haute
pâte o pinturas matéricas, término referido a una técnica de elaboración
que consiste en la aplicación de capas de un enduido o estuco mezclado con cola,
al que se le agrega pigmentos y adhiere otros materiales para conseguir esa
superficie gruesa en relieve.
Fautrier en sus series Les Otages (1942-1945), utiliza como soporte papel revestido
con estuco blanco sobre el cual aplica capas de pasta mezcladas con polvos de
colores, dibujando con el pincel y arañando la superficie hasta hacer surcos en
la pasta para formar sus imágenes distorsionadas (Fig. 9 y 10). Por otro lado
Dubuffet en sus series Matériologies (1959–1960)
añade sobre la capa de pintura en pasta aún fresca, materiales mezclados como
arena y grava, cordones, viruta, guijarros entre otros, los cuales le
proporcionarán a la obra la textura junto con las grietas formadas durante el
proceso de secado y las reacciones de los materiales entre si (Fig. 11 y 12).
En este tipo de obras se
recalca el carácter material de la pintura. Frente a ellas el espectador no se
encuentra ante una imagen plana, sino ante un cuadro que estimula el sentido
del tacto y que penetra en el espacio de este, a diferencia de los cuadros de grandes
formatos de los artistas norteamericanos como Pollock que por el contrario dan
la sensación de que el espectador se sumerge en ellos.
Por su lado Dubuffet a través
de sus obras matéricas que recuerdan las rocas, el suelo, la tierra, pretende “rehabilitar
el lodo” (como material de las entrañas del mundo en analogía con el alma, lo
más profundo del ser), a manera de purificación o redención, con lo que queda
luego de una gran devastación. Para él es un empezar de nuevo, no de cero, sino
a partir de lo que está disponible, de lo que la sociedad tenía y era en ese
momento. Además para el artista, materiales tan ordinarios como el lodo,
carbón, asfalto o la misma suciedad que acompañan al hombre a lo largo de su
vida, son dignos de resaltar su belleza. (Fig. 13)
Para Fautrier su intención es
proyectar lo vivido a través de su obra, el dolor y sufrimiento de prisioneros
ejecutados y torturados por el régimen nazi, concretar mediante la materia y
los colores al rehén que trata de encarnase en forma desdibujada y vaga en su
pintura apelando a la realidad. (Fig. 14)
En cuanto a materiales en el
caso de los artistas de Nueva York, al uso del óleo se suma el de pinturas
acrílicas, que en el caso de Pollock espesaba mezclándolas con arena y vidrio
molido para darle cierta textura a sus obras. Sin embargo en el caso especial de
Robert Rauschenberg (1925 - 2008) y en su serie de Pinturas elementales (1953), se puede apreciar una mayor
importancia otorgada a la materia similar a la de los artistas franceses
mencionados, ya que el artista a utilizado para estas materiales no
convencionales como polvo, arcilla, papel de seda, hojas de oro y pintura
blanca de plomo para darles relieve y textura. (Fig. 15)
Pero los motivos que inspiran
a Rauschenberg a preponderar la materialidad de la obra no son los mismos que
los de los artistas franceses. Sus obras representan más una especie de
sublevación frente al expresionismo abstracto que una reflexión sobre la
humanidad. En ellas el artista se rebela frente a la íntima relación
artista-pintura proclamada por este estilo a través del gesto, pretendiendo crear
una mutua colaboración con el material en lugar de dirigirlo como en el action painting. Igualmente rechaza el
proceso de conservación de las obras por lo que
experimenta con materiales que puedan seguir transformándose físicamente
a través del tiempo. Finalmente pretende romper con la tradición de la pintura
al óleo y demostrar que no existe un material mejor que otro, que pueden
funcionar bien como medio tanto el óleo como la suciedad o el oro.
También en el aspecto técnico
se puede citar la preferencia de los artistas norteamericanos por los grandes
formatos tipo mural. Artistas como el ya mencionado Pollock y De Kooning habían
sido parte de la División de murales del Federal Art Project en 1935 por lo que
ya tenían conocimiento y práctica en la pintura de grandes dimensiones. Por
otro lado en París las dimensiones son más reducidas (salvo el caso de Mathieu)
y de carácter más intimista. Las diferencias en los tamaños estaría relacionada
con la actitud estética más audaz, impactante y conciente de su poder de la
pintura de Nueva York versus la actitud más poética y concentrada de la pintura
de París.
Finalmente en cuanto al contenido
de las obras, en ambas realidades el tema es el mero pretexto para la pintura.
En el arte de lo informe se privilegia la forma al contenido, por lo que las
obras caen dentro del concepto de obra abierta de Umberto Eco, en donde la
representación se presta a diversas interpretaciones.
En ese sentido y según el
concepto de Eco, la pintura informe se entiende “como proposición de un «campo»
de posibilidades interpretativas, como configuración de estímulos dotados de
una sustancial indeterminación”, “como «constelación» de elementos que se
prestan a varias relaciones recíprocas”, por lo tanto que da pie o induce al
espectador “a una serie de «lecturas» siempre variables”. (Eco 1992:89)
Igualmente en ambos casos, lo
informe implica cierto movimiento dentro de la obra en el sentido de que “los
signos se componen como constelaciones en donde la relación estructural no esta
determinada, desde el inicio, de modo unívoco” y en donde, la ambigüedad del
signo no permite diferenciar entre forma y fondo, convirtiéndose el fondo en
tema del cuadro y viceversa dando lugar a lo que Eco denomina una metamorfosis
continua. Esta característica es lo que da al espectador la posibilidad de
generar de forma individual sus propias orientaciones y vínculos en la obra y
por ende establecer su personal interpretación.
Si bien todas estas
manifestaciones artísticas surgidas en París y Nueva York en la década de los
cuarenta fueron una respuesta a un hecho vivido en común como fue la Segunda
Guerra Mundial, el desarrollo en cada ciudad estuvo muy ligado a su realidad, a
aspectos sociales, económicos, históricos y culturales.
Los dos centros de desarrollo
cultural compartieron conceptos como: el rechazo a los cánones establecidos de
belleza, armonía y forma así como a las técnicas pictóricas tradicionales; la
idea del individuo como centro de reflexión y la introspección como fuente de
inspiración, y de la pintura como medio de expresión en torno a la
experimentación a través del gesto, del signo gráfico y la materia.
Sin embargo para los artistas
de Nueva York que no vivieron en carne propia la devastación de la guerra, el
desarrollo del arte a través de lo informe fue más un acto de rebeldía un medio
para expresar su libertad como individuo y una oportunidad para crear un estilo
muy propio.
Por otro lado para los de
París que presenciaron los horrores de la guerra y fueron testigos del punto de
crueldad al cual podía llegar el ser humano, fue una forma de meditación sobre
lo sucedido, una vía hacia la redención a través del contacto con los orígenes,
con la materia.
Fig. 1.- Nina LEEN, Los
Irascibles, 1950
Fig. 2.- Hans NAMUTH, fotografías de
Jackson Pollock, 1950, Springs, Nueva York (Estados
. 3.- Jackson POLLOCK, Autumn Rhythm:
Number 30, 1950, óleo sobre lienzo, 266.7 x 525.8. cm, The Metropolitan Museum
of Art, Nueva York (Estados Unidos)
Fig. 4.- George Mathieu pintando
Homenaje al
General Hideyoshi, 1957
Fig. 5.- George Mathieu en la
Galerie Jean Larcade, St Germain-en-Laye, 1954.
Fig. 6.- George MATHIEU, Les
Capétiens partout !, 1954, óleo sobre lienzo, 295 x 600 cm, Centre Pompidou, París (Francia)
Fig. 7.- Mark TOBEY, Campo
Universal, 1949, tempera y pastel sobre cartón, 70.8 x 110.8 cm,
Whitney Museum of American Art, Nueva York (Estados Unidos)
Fig. 8.-
Franz KLINE, Cardinal, 1950
Fig. 9 .-Jean Fautrier en su
taller
Fig.10.-Jean Fautrier en su
taller
Fig.11.- Jean Dubuffet en su
taller
Fig.12.- Jean Dubuffet en su
taller
Fig. 13.- Jean FAUTRIER, Cabeza de
rehén N°14, 1944
Fig. 14.- Jean DUBUFFET, Soul of the underground,
1959, oleo, carton y aluminio
Fig. 15.- Robert RAUSCHENBERG, Sin
título de la serie Pinturas doradas, 1955, pan de oro sobre tela,
periódico y cola sobre lienzo, 34.9 x 33.7 x 4.4 cm, Fundación Robert Rauschenberg, Nueva York (Estados
Unidos)
BIBLIOGRAFÍA
BOIS Yve-Alain; KRAUSS,
Rosalind. Formless: A user´s guide. Nueva York: 1997 Zone Books
ECO, Umberto. Obra abierta.
Barcelona: Editorial Ariel
1979
FOSTER, Hal; KRAUSS, Rosalind; BOIS Yve-Alain; BUCHLOH, Benjamin.
2006 Arte desde 1900. Londres:
Akal
GOMBRICH, E.H. La historia
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1997
GUILBAUT, Serge. Pinceles,
palos, manchas: algunas cuestiones culturales en
2007 Nueva
York y París tras la Segunda Guerra Mundial.
Catálogo de la Exposición “Bajo
la bomba. El jazz de la
guerra
de imágenes trasatlánticas 1946-1956”. MACBA- MNCARS
LUCIE-SMITH, Edward. Movimientos en el arte desde 1945. Buenos Aires: 1979 Emecé editores
MADERUELO, Javier. Medio siglo
de arte: últimas tendencias 1955 - 2005. 2006 Madrid: Abada Editores
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