Historiografía del Arte 2013-1
Análisis comparado de los textos:
Erwin Panofsky, Estudios de Iconología.
José Luís Martínez, ¿Cómo recordar? La construcción de las
memorias andinas coloniales (XVI-XVII). En: Liliana Regalado (ed.). Sobre los Incas Lima: Fondo Editorial PUCP, 2011.
Álvaro Cortijo
El
método Iconológico y su aplicación al arte andino colonial.
En la
introducción de Estudios de Iconología
Panofsky hace resumen de su propuesta metodológica, indica los tres niveles de
lectura de una obra de arte: pre-iconográfico, iconográfico e iconológico.
Además hace una diferenciación entre lo que es un tipo de un motivo estilístico
para explicar cómo es que uno puede aproximarse, empleando el método iconológico,
a una explicación de cómo es que se pueden identificar temas, conceptos y sobre
todo, ya en un último nivel de lectura, lo que él llama valores “simbólicos”,
aquello que es sintomático de una época, un pensamiento, etc. y que va más allá
del objeto de estudio, siendo el objeto de conocimiento, que es lo que une a
cada disciplina de las ciencias humanas. Contrastaré la propuesta de Panofsky
con un artículo de José Luís Martínez, historiador de la Universidad de Chile,
donde ejerce la docencia e investigación actualmente, titulado ¿Cómo recordar? La construcción de las
memorias andinas coloniales (XVI-XVII), publicado dentro del libro Sobre los Incas editado por la
historiadora Liliana Regalado y publicado el año 2011 por el Fondo Editorial de
la PUCP. Finalmente, es pertinente señalar que denominaré arte andino colonial
a la producción de objetos de arte realizados por la población autóctona
después de la conquista y que estaba destinada a circular dentro de la
comunidad andina.
El
planteamiento de Panofsky propone tres niveles de lectura de una obra (no
obstante estos niveles no deben concebirse como tres momentos aislados e
independientes en el proceso de lectura, sino que se presentan en simultáneo
según las condiciones y capacidades del lector). El primero de estos niveles es
denominado natural o primario, también llamado pre-iconográfico, este consiste
en el captar a priori las formas
puras, colores, líneas, objetos de la naturaleza, etc. todo aquello que se
pueda percibir a nivel superficial y que también comprendería la percepción de
gestos y expresiones como tranquilidad, alegría, solemnidad, etc. Aunque parezca sencillo, la
percepción en este nivel apela a la experiencia del observador en relación a su
cultura visual al necesitar captar formas según los esquemas preconcebidos que
tenga.
El segundo
nivel de lectura, de contenido secundario o convencional, llamado iconográfico,
refiere a los motivos, a relacionar conceptos con imágenes, íconos. Aquí es ,
por ejemplo, donde se reconoce a Jesucristo y no sólo un hombre en una cruz, se
relacionan atributos para identificar personajes o alegorías. En este nivel se
ve cómo objetos y acciones se representan como formas, siendo esto historia del
estilo, y cómo es que temas y conceptos han llegado a representarse como esos
objetos y acciones, es decir, el cómo es que llega a establecerse un tipo de
representación o modelo visual para determinado tema o idea, por qué una
representación se identifica con un personaje y no se confunde con otros. El
lector de la imagen deberá estar familiarizado con las tradiciones culturales
en las cuales se produjo la obra para llegar a este nivel.
El tercer
nivel, de significado intrínseco o contenido, iconológico, refiere a la lectura
ya no de la imagen, sino de lo que hay detrás de ella, que puede ser una o
varias características de la
época, autor, etc. es decir que apela a cultura en la que está inmersa.
La lectura iconológica requiere que el espectador pueda relacionar conceptos e
imágenes estableciendo conclusiones globales que van más allá de la obra de
arte misma. Panofsky además, para ejemplificar su método, señala los problemas
del estudio iconográfico en el arte del renacimiento, y cómo este retomó los
temas clásicos empleando motivos clásicos en contraste con el medioevo, que
representó temas clásicos pero con motivos no clásicos, alterando la
significación. Entonces podemos diferenciar un tema (concepto, idea, pasaje,
etc.) de un motivo (entendiéndolo ampliamente como la forma, el cómo es que,
visualmente, se representa).
De otro lado,
Martínez, en el artículo referido trata el problema de cómo es que las
sociedades andinas post-conquista mantenían sus memorias (registraban su
pasado) en un contexto de dominación simbólica que censuraba las imágenes no
cristianas. Aunque el autor no trata detalladamente cada una de las formas, ya
que asume que el lector las tiene presentes, identifica los quipus, los poemas
(canciones), danzas (que tenían un programa y recreaban mitos), y soportes
visuales como los queros, varas, tablas, textiles, pintura mural. Extrañamente
no menciona la cerámica.
El autor se
concentra en el intento de parte de la corona española de ordenar la historia
del dominado, ordenarla según los esquemas y conceptos de linealidad temporal,
acontecimiento, personajes, etc. desarticulando así muchos relatos andinos,
restándole elementos al discernir entre relato histórico y relato mítico, al
darle importancia sólo a los personajes masculinos, al identificar “héroes”,
reyes y obras. La propuesta de Martínez es que en los soportes que circularon
durante la colonia dentro de la comunidad nativa, sobre todo las élites (que es
un tema que sólo se dio en el Cuzco), se registró una historia alternativa a la
oficial que estaba creando la administración colonial, que esa historia
alternativa, las memorias, no era una sola, sino que presentaba distintas
versiones según quién esté presentando el discurso. Aunque no lo dice explícitamente,
asume la idea de una entidad nativa con diferentes puntos de vista y diferentes
intereses, esto está sobre todo demostrado para el Cuzco, donde no se puede
hablar de una élite sino de varias, que pugnaban por el ejercicio de poder y
reconocimiento de sus linajes ante el Estado Colonial.
Martínez se
pregunta “¿cómo recordar?” en el título del artículo y la respuesta está en los
diversos soportes que identifica el autor. Más adelante se pregunta “¿qué
recordar?”, esta última me parece la más importante, ya que deja ver
implícitamente la idea de “resistencia”, término muy empleado en las
investigaciones de las sociedades andinas en la colonia pero que muchas veces
es entendido como un rechazo a ser dominados y a adoptar la nueva religión cristiana, sin embargo debe ser
entendido como resistencia a perder sus memorias, su identidad y formar sólo un
grupo homogéneo denominado “indios”. No necesariamente hubo un rechazo al
cristianismo, sino intentos de adaptarlo al universo cosmológico andino, por
ejemplo. El punto donde ambos discursos, tanto Panofsky como Martínez se
encuentran es en el de la representación de los temas y el cómo es que un tipo
llega a tener un significado y en las condiciones que necesitamos, como dice
Panofsky, para poder comprender el mensaje o incluso la forma.
Durante el
siglo XVI, el poder de la corona no estuvo muy afianzado en el territorio
andino, por las luchas entre conquistadores, insurrecciones contra el Imperio
Español por parte de algunos y también por la inestabilidad de las órdenes
religiosas y falta de consenso en el cómo evangelizar, las prácticas artísticas
andinas no estuvieron bajo una total supervisión y censura sino hasta los años
70, cuando se estabiliza el poder con la llegada de Francisco de Toledo, las
reformas tridentinas y los concilios limenses. En este periodo inicial, de
transición de una dominación inca a una española, las representaciones no
podían permanecer indiferentes, existía ahora otro no andino que no estaba familiarizado
con los significados y temas andinos y hubo la necesidad de modificar el
lenguaje visual para que él también pueda entenderlo (por ejemplo en la batalla
de Sacsayhuaman y en la toma del Cuzco Manco Inca, según dice Garcilazo, se
representó figurativamente en lo alto de un cerro para que sus enemigos
conquistadores lo vieran) (Cummins 2004).
Fenómenos
plásticos como los queros de transición o los tipos posteriores, y también
otros soportes, deben ser entendidos entonces en un contexto colonial, si bien
hay temas andinos (míticos) como la lucha de los incas contra los chancas, este
ya no sólo se circunscribió al relato oral, performances, o imágenes aisladas
(como podría serlo un motivo zoomorfo repetitivo en un quero) sino que se
plasmaron ahora de forma narrativa. Podríamos hacer una analogía en lo que
menciona Panofsky relacionando (sólo para un ejemplo) temas clásicos y motivos
clásicos europeos con temas prehispánicos con motivos prehispánicos en el caso
andino. Durante el medioevo se adoptó el tema clásico pero se le representó con
motivos no clásicos que cambiaron en muchas maneras la lectura de la imagen,
así por ejemplo la fachada de San Marcos en Venecia donde se ven dos grandes
relieves del mismo tamaño, uno del siglo III d.C. y el otro hecho mil años
después. En el primer relieve se representa a Hércules nalizando una de sus
doce pruebas, llevando el Jabalí de Erimanto al Rey Euristeo, quien lo ve con
asombro, al otro lado, el artista medieval remplazó al rey por un dragón, el
ropaje de piel de león de Hércules por una túnica ondulada y al jabalío por un
ciervo, es decir, mantuvo el tema pero cambio los motivos (Panofsky 1982, 27).
Pasa algo
similar en los soportes andinos. El tema antes no representado de forma
narrativa, retomando el episodio de la lucha incas-.chancas, es ahora
representado figurativamente, con motivos occidentales. Existe en el Museo Inca
de la Universidad San Antonio Abad del Cusco un cuadro (óleo sobre lienzo, un
formato occidental) que, con la inscripción LA
GRAN ÑUSTA CHAÑAN CORI COCA ABUELA DE LOS DOCE INGAS (Figura 1), representa
una ñusta cargando una cabeza cortada y una porra, parada sobre un cadáver
decapitado, a su lado está un personaje masculino vestido de inca noble y con
atributos de guerra en un segundo plano. El cuadro es más complejo que esto
pero quisiera centrarme en la mujer guerrera. Citando a otros investigadores,
Martínez cuenta el relato de Chañan Cori Coca, una ñusta que habría luchado,
apoyando al entonces general y futuro Inca Pachacuti, contra los chancas y que
gracias a su intervención los incas lograron ganar un episodio de la guerra.
Aquí tenemos un tema andino representado con motivos no andinos.
Qué tanta
veracidad nos ofrecen las fuentes hispanas coloniales cuando estas veían las
cosas (y esto es inevitable para todos en cualquier siglo) en función a los
esquemas que tenían sobre cómo narrar algo, estaban ajenos a la tradición del
relato andino, por lo que no comprenderían por ejemplo la inscripción del
cuadro, ¿cómo puede ser abuela de los doce incas y a la vez estar presente en
la batalla apoyando al que sería noveno inca? Hay una explicación que apela a
otra mujer guerrera, Mama Huarco, quien si habría luchado al lado de Manco
Capac, primer Inca y sería antepasado de los demás incas, entonces, existiría
un arquetipo de la mujer guerrera que se presenta en momentos de crisis y tanto
Mama Huarco como Chañan Cori Coca serían vistas como la misma persona, por eso
puede ser abuela de los doce incas sin dejar de ser coetánea al inca noveno (Ramos Gómez 2001). Esta explicación, si bien
escapa un poco al tema de cómo aplicar Panofsky a la representación andina
colonial, si está demostrando el requisito para poder llegar al nivel
iconográfico, de identificar temas o contenidos con formas y figuras. En los
relatos incas la noción del tiempo es difusa, se conectan eventos alejados
temporalmente como si fueran secuencias y se omiten eventos inmediatos, que
pueden aparecer luego, esto se aprecia en los escritos de Santa Cruz Pachacuti
Yamqui, sobrino de Atahualpa, y de titu Cusi Yupanqui, uno de los Incas de la
resistencia en Vilcabamba, cuando se dirigía a Lope de Castro. Si intentáramos
leer el cuadro de Chañan Cori Coca siguiendo el método de Panofsky, sin la
explicación que propone Ramos no podríamos llegar al nivel iconográfico.
Con lo anterior
podríamos hacer un balance de la problemática de aplicar el método de panofsky
en el caso andino-colonial. Primero no contamos con tratados de mitología de la
época como si existen en el caso europeo, por tanto no podemos seguir el origen
de los tipos o modelos visuales como si lo hace Panofsky en sus ejemplos.
Luego, no tenemos imágenes puramente andinas ya que en un contexto colonial,
como señalan Cummins y Martínez hay una conciencia de la existencia del otro no
andino con quien hubo un diálogo visual. Finalmente lo último deriva en el
mestizaje, en cómo se adoptaron formas visuales occidentales para representar
temas andinos.
La respuesta a
ello, y mi apreciación personal, es que si bien no se tienen las herramientas
para aplicar el método tal cual lo propone Panofsky, existen disciplinas como
la historia, antropología y arqueología con las que se puede contar para
conocer los temas andinos, cómo se representan, y que tanto puede cambiar el
discurso al ser representado con motivos no andinos. Toda investigación en el
campo de la representación visual aplicada a un campo ajeno a la tradición
cultural del investigador debe estar apoyada también en otras disciplinas que
nos ayuden a comprender fenómenos que por nuestra formación cultural occidental
nos son ajenos.
|
Bibliografía
Cummins, Thomas. Brindis con el Inca: La abstracción
andina y las imágenes coloniales de los queros. Lima: UNMSM, 2004.
Martínez, José Luis. «¿Cómo recordar? La construcción de
las memorias andinas coloniales (siglos XVI y XVII)». En: Liliana Regalado y Francisco Hernández. Sobre los Incas. Lima: PUCP, 2011, pp. 191-228.
Panofsky, Erwin. Estudios sobre Iconología. Madrid:
Alianza, 1982.
Ramos Gómez, Luís. «Mama Guaco y Chañan Cori Coca: un
arquetipo o dos mujeres de la Historia Inca (Reflexiones sobre la iconografía
de un cuadro del Museo de la Universidad de San Antonio Abad del Cuzco)». En: Revista
Española de Antropología Americana, 2001, pp. 165-187.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios aportan a la comunidad de historiadores del arte que queremos fomentar desde Lima. ¡Sea preciso y crítico!